jueves, 28 de junio de 2007

Volando.

Esta mañana, una paloma que reposaba en la calzada levantó el vuelo justo antes de que mi coche se acercara demasiado a ella. Yo conducía por una calle estrecha y tranquila, con viviendas bajas a ambos lados, despacio; el sol ya manifestaba sus intenciones y escuchaba una canción de Dover en no sé qué emisora de radio. Las gafas de sol que llevaba puestas teñían de tonos pastel el entorno, me transportaban al romanticismo de las callejuelas solitarias de mi siempre añorada Provenza.

Planeaba desafiante por delante de mí y eso me obligaba a desplazarme a corta velocidad, pero su rumbo no variaba del mío y parecía que yo la seguía. ¿Me estaba abriendo camino? o acaso, ¿me indicaba el camino a seguir? o ¿dirigía mis pasos? ¿Quería que la siguiera? A lo mejor, sabía dónde iba.

El caso es que me gustó que se cruzara en mi camino. Por unos instantes sentí de cerca la felicidad.






Y mientras tú, apareces de repente, te cruzas como un pájaro revoloteando cerca de mí, con tu gracejo natural un poco adormecido pero perceptible, dudas de que te echo de menos, que este tiempo sumido en el desierto del desdén me he sentido solo, confundido y aletargado, que no he volado de nuevo si no fue contigo, que mis palabras suenan huecas si ya no las escuchas tú, que mis frases mueren vacías si no estás ahí presente para recogerlas y dotarlas de tu fantasía, que las palabras que en voz baja pronuncio y que nacen desde mis entrañas para ser respiradas se desvanecen y acaban por apagarse en ese aire que apenas compartimos.

Vuela, vuela cerca de mí, sigue enseñándome a caminar en este mundo tintado de colores suaves, dirigiendo mi vida hacia otros rincones apartados de la tristeza y la duda, del color gris de lo mediocre y lo anodino, del alma conformista de Raphaël. No te olvides de regresar y llevarme de vuelta a casa, guiando mis pasos hacia esa isla imaginaria que bien conoces, donde podamos seguir soñando juntos las realidades que nos esperen.

Yo me quedaré mientras aquí aprendiendo de nuevo a volar, esperando ver en el horizonte tus alas blancas cómo regresan al anochecer.

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