jueves, 24 de diciembre de 2009

Yo mismo.

Escribo en este día tan significativo para la mayoría y que también lo debería ser para mí; sin embargo, es uno más dentro de un año que termina, tan intenso éste 2.009 y que tantos cambios ha traído a mi vida.

No entraré en los pormenores de la afirmación anterior pues solamente pretendo dejar constancia de este hecho, del que me acordaré durante los próximos años y espero que de una forma positiva.

Porque creo que he obrado bien y me siento contento de lo que he hecho.

Aspiro a seguir creciendo en la misma dirección por la que intento caminar desde hace un tiempo: en la de la sencillez, la del amor por las cosas simples, la de quererse a uno mismo, la de valorar cada día más las pequeñas cosas sin esperar nada a cambio, solamente mi propia aprobación y bienestar interno.

En esa dirección, reitero, voy a continuar explorando y sumergiéndome, guste a quien guste. Ser sincero conmigo mismo es de lo que más me enorgullezco; lo contrario me irrita y hace que sea mi mayor crítico, que llegue a decepcionarme.

Ánimo, Raphaël. Tú sabes bien el camino que debes seguir.

Sí, es aquel tan simple como dejarte guiar por tu formidable instinto y cuando dudes, permitir que funcione la mano del destino; él sabe elegir muy bien en esas ocasiones.

martes, 27 de octubre de 2009

¿Recuerdas?

Te veía de cuando en cuando caminar por la calle donde ambos vivíamos y despertabas en mí esa ingenua curiosidad y deseo de conocerte, en aquella etapa de mi vida tan enamoradiza y llena de poesía, allá por mi adolescencia.

Coincidíamos en la misa vespertina del sábado, situados ambos de pie a cierta distancia prudencial al final de la iglesia, en la penumbra de aquel lugar reservado para los que llegan tarden o ésos que viven su fe de manera diferente. Yo, entonces, era uno de ellos, como tú.

Me sentía atraído por la imagen que mostrabas, no porque fueras bella, que para mí lo eras, sino por esa mezcla de educación y simpatía que destilabas por doquier y que me tenía dulcemente subyugado, desde mi distante y silencioso anonimato. La sola presencia tuya en aquel lugar de culto endulzaba todo el ceremonioso y lento momento, llegando a caer mentalmente sobre tu manto, embelesado.

¡Qué Rafael tan distinto! ¡Cuán alejado me veo ahora de esos sentimientos! Y, sin embargo, ¿por qué los evoco ahora?

El azar me hizo conocerte años después, cuando la sensibilidad de este Rafael que habla anduvo perdida y no supo hacer caso a tus débiles señales, hoy quizás verdaderamente flagrantes. Recuerdo esa fiesta en la que te acercaste a hablarme, menos inhibida de lo habitual, o diversas ocasiones en que coincidía con terceras personas conocidas por ambos, destacándote. Yo banalizaba y sepultaba inconscientemente todo esto, aún ignoro el porqué.

Lo que sé desde hace tiempo es que mi destino me guía con voluntad de hierro; como una viga maestra que no se desvía jamás de donde ha sido colocada, así obedezco yo a sus férreos y crueles caprichos.

Ayer, inesperadamente, viniste a verme y te percibí más bella, más mujer que nunca con los hombros al aire bien torneados y los preciosos pies al descubierto en esas sandalias maravillosas; con la lozanía de tu cuerpo no exenta de una nunca efímera candidez. Me desarbolaste.

Conozco algo de tu paradero y situación, que deliberadamente ocultas cuando hablamos, como si te avergonzara o no quisieras herirme, no lo sé. O tal vez porque, alguna vez, has sentido que también podía formar parte de tu vida, de una manera desconocida; esa vida que ahora compartes con otra persona pero que, adivino, imagino, sueño, no te llena. Almas gemelas, vieja amiga.

Hoy me acosté contigo en mi pensamiento y soñé dormido que nos veíamos, como siempre dibujando el ensueño o fantasía para estos casos, sentados en un apartado banco de la ciudad nocturna; mirándonos fijamente, con la alegría en nuestras caras y la ilusión en el brillo de los ojos, casi sin hablar, emanando esa casta felicidad que tanto anhelo ahora. Pura poesía, de nuevo, que trastorna e inquieta el plácido transcurrir de mi existencia marchita.

Sé que lo sucedido el día anterior no fue más que un gesto producto de tu exquisita educación, la que llevas impregnada desde pequeña, como cuando te veía solitaria y decidida, pura y hermosa en la pared del fondo de la iglesia, brillando con luz propia en esa oscuridad que nos rodeaba.

Cuando la ilusión no me había abandonado y mis lágrimas sólo brotaban por tu ausencia, por no tenerte a mi lado, ahora que lo hacen simplemente al evocar tu hermoso recuerdo.

miércoles, 22 de julio de 2009

Todo comienza de nuevo.

Confieso que siento cómo una nueva vida comienza en mí, desde que me trasladé procedente de ese rincón de mediocridad, oscuro y ruidoso, a la que hoy es mi nueva morada, aquí donde los pájaros son mis únicos compañeros en los amaneceres, junto con los gatos que me rodean.

Hoy estoy de vuelta y regreso vivo, aunque no indemne, tras abandonar aquel infierno que me impidió, por primera vez en mi vida, dormir con tranquilidad y poder contar con el sosiego que tanto he reclamado y por el que llevo años luchando, creo que hasta por fin ahora conseguirlo.

Raphaël se reconoce en este lugar, queda sumergido entre sus calmadas aguas donde poder encontrarse y dar rienda suelta a sus deseos, aquellos que tanto evita satisfacer, y al menos poder ejercerlos desde el pensamiento, el único aliado firme que no le procura miedos ni acorta su agitada existencia.




Hoy Raphaël no tiene la vega cercana al río, tan cuidada y majestuosa, donde poder pasear con sus meditaciones. No, hoy pedalea al borde del canal que recorren en paralelo dos hileras de árboles, una a cada lado, y que surca con sus ruedas la tierra húmeda por la que atraviesa ocultándose del sol que le perturba y de las miradas, ajeno al bullicioso suceder estival.

Nuevos caminos y senderos se abren en la vida del inefable Raphaël, no sabiendo muy bien a dónde le dirige esta nueva aventura, una vuelta más de tuerca en su incesante carrera por alejarse hasta perderse en la lontananza.
----------------------------------------------------

Hoy me pregunto dónde estás tú, si me recuerdas, si conoces mi destino y compartes ese sueño imposible que todavía me trastorna y con el que a duras penas logro asirme a la realidad verdadera; sospecho que no, y mi corazón sigue náufrago y solitario, soñándote.

Y esperándote.

jueves, 14 de mayo de 2009

Vuelo a ras de tu piel.

Ayer, a media tarde, cuando el sol primaveral se colaba plácidamente por una de las ventanas abuhardilladas de la acogedora pieza que me posibilita evadirme de todo eso que de soslayo desprecio, fue entonces cuando volví a tocar aquella guitarra.

Hacía mucho tiempo que no lo hacía, años quizás. Primero, cogí cautelosamente y con cuidado su robusta funda negra y la posé en horizontal sobre el suelo, donde una vez hube soltado sus cierres abrí la tapa mostrándose finalmente ella en toda su belleza; mezcla de cromados, color negro y madera clara en su mástil, toda brillante e impoluta como la dejé en su último viaje al mundo de la ensoñación.

Tuve que desenredar de un montón de cables el de conexión al amplificador, encontrar mi púa favorita y decidir si, finalmente, iba a meter algún pedal de efecto con sonido complementario. No hará falta, pensé; escucharla con su sonido puro y limpio, ya será una sensación suficiente. Belleza sin adulterar.

Conecté todos los cables y jugué un poco con los mandos del volumen, reverberación y demás del amplificador Fender, devolviéndome estos gestos muchos recuerdos del terrible potencial que atesoraba este elemento. Recuerda, Raphaël, me digo, no pases el mando del volumen de la posición nº1, o será demasiado, no pudiendo borrar la imagen del mando en el número 3, cuando cinco locos tocábamos en aquel garaje a las afueras de la ciudad, en esas tardes frías de invierno en las que mis dedos congelados apenas podían articular decentemente un arpegio y el nivel de ruido era, sencillamente, ensordecedor, demencial. Cuando la noche caía tempranamente y la oscuridad nos sorprendía entre canciones, risas, fotos y cigarrillos.

Donde todos nos mirábamos con caras de ilusión y de emoción, entonces, cuando nos creíamos imperecederos, poderosos, casi desafiantes en nuestra sublime, eterna y primera juventud, y el paroxismo de nuestros sentidos no planteaba concesiones a la racionalidad o a la angustiosa realidad que, en verdad, nos sobrecogía y, de manera inconsciente, ocultábamos.




Hará falta afinarla seguro, escucho en mi interior. En efecto, dudo el acorde candidato a ser probado, pero enseguida percibo que la tercera cuerda no está bien. Mi torpeza es absoluta, apenas recuerdo algo y sé que he perdido casi todo, pero no por ello dejo de ser transportado hacia lugares muy apartados de lo terrenal.

Poco a poco, mis dedos empiezan a moverse un poco más sueltos, a veces solos exploran lugares que mi razón no dirige y que me sorprenden. Me tiembla la mano izquierda, el dolor de las cuerdas metálicas clavadas en las yemas comienza demasiado pronto; claro, no hay costumbre y los dedos protestan.

Empiezo a soñar de nuevo.


-----------------------------------------------------------
Hoy, vuelo una vez más, allá
donde nace el mar de luz
que inunda su ser; la voz
se corta al querer hablar
noto el huracán temblar
me quema la piel a sal
me quema la sed de mar
bebo y el anhelo es más

Y vuelo a ras de su piel
que salta al romper;
las olas me alcanzan,
me siento caer
el mar, se extiende a mis pies

Me ciega el sol
se clava el agua sin dolor
en mi mirada

El viento, el cielo, el tiempo, el miedo
vuelan junto a mí, y se van quedando atrás,
tras de mí

* Gracias, Miguel Ángel, por esta poesía hecha música en "Mar de luz", o cómo explicar con palabras y notas lo que es amar.

miércoles, 15 de abril de 2009

No pienso cerrar el blog.

Queda dicho; es más, me lo digo y aquí lo dejo expuesto para mayor bochorno propio por causa de un imposible incumplimiento de promesa.

Y para muestra, un botón: puedo escribir si de eso se trata, si eso es lo que realmente quiero. Solamente tengo que favorecer las condiciones para ello y permitirme soñar un poquito más...

Aunque solamente sea una vez más.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Inadaptado.

Visto pantalón de cuadros de diferentes tonalidades marrones y botas con cordones. Además, llevo una camisa de esas tan bonitas de tela Oxford, y un jersey color beige (a la RAE le parece mejor "beis", pero a mí no) que alguien querido me regaló.

He dejado el coupé en el aparcamiento cercano (a la RAE le parece mejor "cupé", pero a mí no) y recorro mentalmente esa situación que quiero resolver desde hace días y que, en parte, me quita momentos de sueño, aunque me pese reconocerlo. Dentro de unas horas, tendrá lugar el enésimo capítulo de esta novela de costumbres en la que habito, por desgracia, y mi paciencia se verá puesta a prueba, con tal de conseguir mi objetivo último. Iba a decir, ¿tan anhelado?

No lo digo. Maestro, practica lo que enseñas.

No me siento identificado con nada de lo que veo a mi alrededor, cada día menos. Solamente me llega algo cuando recorro algunos blogs como los que están a la derecha de esta entrada; veo entonces aquello distinto que me hace creer que no estoy del todo solo...

Queridos náufragos. Me siento parte de vosotros, aunque silencie mi presencia y mis palabras suenen a más de lo mismo.

No quiero dejar de ser genuino, por más que me empeñe en hacer creer que estoy adaptado.