viernes, 21 de diciembre de 2007

Cuando te veo.

Nieve en mi corazón, que sentí derretir aquella última vez que te vi; nieve que se derrite cuando te veo, no sé si lo sabes o si te has dado cuenta, no sé si ignoras por qué me cuesta tanto mirarte cuando me hablas.

Qué difícil es todo, ¿verdad? Mejor que tú no lo sabe nadie y, sin embargo, aquí estamos ambos como dos almas solitarias sin poder demostrar lo que realmente somos, reconociéndonos por omisión incapaces de superar los vericuetos en los que nos ha sumido este mundo, o nosotros mismos, o las circunstancias. Quién sabe, mejor no pensar demasiado.


Pero todo ello no va a minar esos sueños sin deseo en los que apareces a mi lado, dialogante, sincera, a veces casi infantil y otras sorprendentemente madura, sensible hasta decir basta y dulcemente solitaria; tu sonrisa derrite mi hielo y me ahoga de felicidad. Cuando nos paseamos como ausentes por las callejuelas vacías que ambos conocemos, divisando el mar a lo lejos rodeados de los jardines más bellos y románticos que pudiéramos anhelar ver, mientras nuestras manos se rozan en el vaivén de nuestro caminar, deseando enlazarse. Cuando incluso nos gustaría detenernos a reposar en algún banco de madera de cualquier lugar en nuestro maravilloso viaje hacia ningún lado, los dos en silencio, intentando no desear besarnos. No sé si consiguiéndolo.

¿Es esto desear algo, o solamente divagar?

.....

Un abrazo navideño para todos vosotros, almas rebeldes y soñadoras que compartís conmigo esta travesía de esperanza.

jueves, 6 de diciembre de 2007

Simplemente maravillosa.

Ya me olvidé de ti.

Era algo que intuía semanas atrás, y recientemente he visto confirmado. Aquello que alguna vez sentí, o eso que en cierto momento me hiciste sentir, ya no me inspira ahora. No aprecio tu ingenuidad donde antes la veía, tu aspecto frágil y delicado ha desaparecido ante mi vista; apenas puedo percibir algún vestigio de aquella imagen dulce que iluminó mi vida durante ¿cuánto tiempo?

Y, sin embargo, me emociona pensar en ello, me emociono ahora que escribo estas líneas, sumido en esa dicotomía de sentimientos a caballo entre el adiós desdeñoso y la profunda melancolía de algo que veo desvanecerse con dolor entre mis dedos, para siempre. Me cuesta evitar que mis lágrimas no inunden el teclado y mi sensación es de tristeza.

De nuevo, La piel de la tristeza.

Contigo he visto de nuevo al oculto Raphaël, he descubierto todos sus valores perdidos y escuchado su voz decirme "eh, estás aquí, no te escondas, vuelve". Cómo no destacarlo. Y otras tantas cosas que callo.

Tengo que detener mi mente para no evocarte, es preciso. Todavía recuerdo aquella extraña ocasión en que te ví por primera vez... simplemente maravillosa. Detente, por favor.


Esto era lo que quería decir. Ahora, con razón, sí podrán hablar de mi nostalgia.

Nunca te olvidaré, aunque ya te haya olvidado.

jueves, 29 de noviembre de 2007

La esperabas antes de irte.

Me dicen quienes te recogieron moribundo que los vidriosos ojos azules te delataron, otrora tan vivos aunque siempre bellos; que con dificultad podías moverte a pesar de tu calma habitual y algo malo parecía ocurrirte. Que tu dignidad nunca hubiera permitido generar recelo.

Me cuentan que te llevaron a la clínica, donde viendo tu estado tan deteriorado rápidamente te intubaron y te pusieron suero y oxígeno, teniendo que afeitar el pelo de una extremidad. Los análisis en cuidados intensivos se sucedían de forma vertiginosa e incesante.

Todos sabían que estabas al borde de la muerte.


Oigo también que sorprendiste al personal cuando el hilillo de vida del que pendías apenas permitió que se escuchara un milagroso, leve y quizá postrero maullido proveniente de tu boca cuando tus ojos semiabiertos la vieron entrar en la unidad, avisada ella de urgencia sobre tu trágica situación, al tiempo que levantabas una patita como tendiéndosela. No podías irte sin verla de nuevo, sin despedirte, de aquella única a la que todos los días esperabas para abrazarla, besarla, quererla.

Sin duda agradecido, por sentirte amado.



No, afortunadamente no te fuiste al final. Es posible que te fuera suficiente saber que no estabas realmente solo, que al menos un ser como ella te iba a echar de menos de haberte marchado para siempre.

martes, 20 de noviembre de 2007

Todo marcha.

Aunque a veces me impaciente, aunque en ocasiones crea que nada avanza hacia el lugar donde he fijado mi destino futuro, todo marcha con altibajos, según lo previsto. Las etapas van pasando, los hitos se van cumpliendo y se queman las hojas del calendario con el único objetivo que puedo a estas alturas permitirme: mi libertad.

Es cierto que de manera cíclica me obstino en no perseguir ningún deseo; puede considerarse un hecho general y objetivo, pero tampoco lo es menos que por encima de ello sí existe un faro que me guía en las tinieblas, un ideal solitario y principal, quizá el único que medito, planeo, desarrollo y ejecuto desde hace tiempo.

Es aquel pensamiento que me estrecha entre sus brazos todos los días cuando me acuesto, el que me mece suavemente al abrigo de mi alcoba en un sueño lleno de pureza y que me dará la posibilidad algún día de no desear nada más finalmente.


Y todo esto no me entierra en el seno de la tristeza, nada de eso. Más bien diría yo que me sumerge en el terreno de la esperanza de poder resucitar a la vida que realmente quiero llevar, en paz y armonía conmigo mismo, apartado de las veleidades y ligerezas con las que convivo a pesar de mi alejamiento casi absoluto de la sociedad.


Hasta entonces, calma y sosiego Raphaël. Pronto la luz se hará para ti y te conducirá a ese estado de tu alma donde la recompensa es la calma de su espíritu. Eso que tú tanto valoras y apenas nadie contempla relevante.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Pausa, por favor.

Como le decía el otro día a mi estimada Vanmar, he llegado a un punto en el que, a modo de resumen, mi gran ambición se ha convertido en no ambicionar nada. Ya sé que esto puede resultar no más que un juego de palabras, nada, algo o muy pretencioso, pero firmemente lo creo así.

Según he comentado en otras ocasiones y tras diversas lecturas y años vividos, me doy cuenta de que todo aquello que anhelo hasta un punto de ocasionarme turbación, no es positivo para mí; de hecho, cuando alguna vez alcanzo aquel objeto de mi deseo, raro es que no me sienta al poco tiempo desencantado o puede que incluso aburrido, o simplemente mi cabeza establezca un próximo objetivo hacia el cual dirigir mis esfuerzos, hacia donde apuntar otra vez. Pareciera que se tratara de un juego, pero no lo es en absoluto, ni me hace ninguna gracia; antes al contrario esta actitud creo que es el germen de la infelicidad. Nunca llego a resaltar ni disfrutar como se merece todo lo que con mucho esfuerzo he llegado a conseguir; en seguida lo incorporo al baúl de lo "ya conseguido" y por tanto, amortizado desde su exitosa génesis misma.


Pues bien, cuanto más relajo esa tendencia inequívoca hacia ambicionar cosas, entiéndase por aquellas objetos materiales (un coche, una casa, una moto, un viaje, etc.), inmateriales (un afecto, una pasión, alguna señal de alguien, un suceso ajeno, etc.) o de otro tipo, más me acerco a ese estado de paz y sosiego, de tranquilidad interior, pues no exijo ni me exijo nada, no espero ni desespero; solamente intento ser lo más consecuente y sincero conmigo mismo, valorando todo lo que ya tengo, que bien pensando, no es poco, aunque lo material pudiera caber en una maleta.


Algunos pensarán que eso significa no tener ningún tipo de ilusión o de ensueño, de olvidarme de todo el idealismo posible y convertirme en un ser pragmático y nada soñador; es posible que pueda entenderse así. Pero también debe interpretarse como alcanzar un estado de aceptación de la realidad, del realismo más puro y genuino, con todo lo bello que puede ese escenario ofrecerme, aquellas cosas que siempre repito como ver amanecer, escuchar el sonido de la naturaleza, leer un buen libro, degustar un aperitivo frugal, escribir unas líneas nacidas de dentro y que otros seres las conozcan, interpretar una vieja canción a la guitarra, compartir instantes aunque sean fugaces con alguien que te importe, incluso no estando a su lado, en definitiva, valorando todo aquello que podemos tener solamente extendiendo las manos, abriendo los ojos y desplegando nuestras orejas, verdes, como decía aquel poema de Gianni Rodari que un día plasmé en este blog que hablaba sobre la importancia de escuchar y observar.


También podría parecer la anterior una postura estática, de dejarse llevar y no actuar. Puede ser de nuevo cierto, pero cada vez me fijo más en que la gente que veo feliz no es aquella que tiene muchas cosas, grandes trabajos, montones de compromisos sociales, viajes o acontecimientos deslumbrantes, dinero entrando y saliendo a espuertas, amplias ambiciones. Qué va, a todos esos les veo más bien muy perdidos, permanentemente ocupados en mil cosas, estresados, sin tiempo para ellos, siquiera para disfrutar de lo que están haciendo. Como ver una película a cámara rápida, aunque sea bonita.



Yo prefiero vivir a cámara lenta, incluso darle al pause de vez en cuando. Pararme, o que me paren. Detenerme, o que me detengan. Perderme, o que me pierdan. Olvidarme, o que me olviden...
Que ya me encontraré yo solo, o con la ayuda de alguien cercano de mi total estima, que respire y respete mi mismo aire.
Que disfrute del espíritu libre y romántico de Raphaël, sin perturbarle; que tampoco desee nada que tenga la tentación de intentar conseguir.


(Será porque veo a mi alrededor muchas almas como la mía que deambulan en su tristeza otoñal cerca de aquí y en el fondo me siento identificado... Lo siento; seguro que mañana volveré más soñador).

viernes, 9 de noviembre de 2007

Sophie vuela por fin.

Me han contado que Sophie se marcha lejos, muy lejos, a la Francia central. Huye a Poitiers para respirar otros aires, a vivir con otra compañía, concluir con ese trabajo rutinario en la fábrica que con el paso de los años tanto daño le hacía, a cambiar de vida. No aguanta un día más; ha decidido dejarlo todo, la comodidad de lo cotidiano y seguro. Creen que trabajará de camarera temporalmente en un restaurante que allí conoce, hasta más ver; da igual, lo que sea, bueno será. Ella sabrá salir adelante.

Sophie ya vuela libre.

Abandona ese pueblecito provenzal tan florido que la vio nacer, galardonado hace poco con cinco flores, lleno de mimosas y con olor a lavanda, campos de espigas y canto de cigarras y grillos; calles sinuosas que suben y bajan con mágicos pasadizos y casitas color pastel, pasajes silenciosos llenos de bellos mininos confiados que se abandonan insolentes ante cualquier rayo de sol mediterráneo. Cierra la puerta de madera noble de su apartamento de la rue Carnot con letrero de "no hacer ruido al cerrar la puerta, por favor", ése cuyo único dormitorio abre su ventana a la luz de la Costa Azul y el salón-comedor dirige sus hojas de cristales hacia lo más profundo de la Provenza. Aquellas paredes blancas con alguna viga de madera, muebles rústicos con sabor añejo y contraventanas color verde, suelo de plaqueta anaranjada y mesa central con mantel con los colores de la región que alguien le regaló. No, no fue uno de sus efímeros amantes.


Deja atrás el lejano y a la vez tierno bonjour mademoiselle despachado por los lugareños anónimos a pesar del tiempo allí transcurrido, toda una vida; la placidez de esos inviernos suaves y solitarios caminando pensativa por el paseo marítimo de Le Lavandou, con sus restaurantes cerrados y haciendo una parada en el café Bora Bora a media mañana, dudando entre el silencio de tomar el café crème en el interior o aguantar la suave brisa invernal de la riviera en la terraza, acompañada de almas que parecen no existir aunque esté rodeada de ellas.

Olvidarse también del bullicio de la época estival, de los coches que se amontonan por doquier y obstaculizan el paso, de la gente desconocida que baja a las playas proveniente en su mayoría del norte del país, de los romances fugaces del verano que ahora desprecia en la lejanía. De sentir el renacer de la vida a su alrededor.

Desdeña lo que hasta ahora había sido, por encontrarse a sí misma.

Nadie parece percatarse de su pérdida, de toda su profunda belleza, aquella que atesora y no esconde para alguien que simplemente pruebe a mirarla, escucharla, intuirla. ¿Cómo pudo no darse cuenta nadie de esto?

.....

No, no llores, mi pequeña; sé que la ausencia todo lo contagia y lo mimetiza; no temas sentirte ahora sola y desprotegida ni advertirte desvalida en tu abandono improbable. Confía en que el destino volverá a teñir tus días de ese matiz que tanto apreciabas y que de repente redescubres y echas en falta cuando siempre pensabas que lo tenías ahí; créeme si te digo que yo mismo te llevaré cerca de aquello que ahora ves alejarse de ti e imaginas tan perdido.

viernes, 2 de noviembre de 2007

Volver a ese viejo lugar.

Raphaël regresa a su exilio voluntario, a su destierro al otro lado del mundanal acontecer de cada día que lo subyuga y lo deja exhausto, sin alma, sin saber qué o a quién escribir, sin posibilidad de ver un palmo más allá de sus miopes ojos azules, sin un hálito de esperanza donde poder encontrarse. Vuelve de nuevo sobre sus pasos, afianza sus posiciones hace tiempo analizadas y sojuzgadas; se da cuenta de que no hay redención posible, subterfugio o recurso que pueda llevarlo fuera de ese estado de misticismo al que un día se abrigó y luego se consagró, quizá más por autodefensa o desesperanza que realmente por propio deseo.

No, no tenía ese deseo realmente, aunque la ausencia de cualquier atisbo de éste fuera su destino cierto. Sí, en efecto, la piel de la tristeza.

Pero la catarsis, el fenómeno de despertar un día sintiendo la piel de otra manera, de olvidarse de las recomendaciones que algún viejo sabio le dio para ver discurrir su vida en su mente, sin pretender nada, de volver a hallarse, reconocerse y encontrarse, de que toda la vida pueda cambiar solamente en un instante ante el simple hecho de despertar a la ilusión del corazón, al abandono de ese estado inefable de perfección espiritual, de suspensión del ejercicio de los sentidos, pues bien, todo ello, queda en un segundo plano, casi olvidado o al menos apartado por la mente pragmática tantas veces herida en el alma de Raphaël, que solamente encuentra consuelo en todo aquello que a su parecer se le antoja puro, bello, carente de mezquindad, merecedor de él, posiblemente.

Un consuelo fútil y hasta en ocasiones irrelevante, que ignora las veleidades de lo pasional, la fuerza que todo lo arrastra de lo carnal, el cuerpo caliente sobre el espíritu frío y sin sentimientos.

O al menos en apariencia.


I would rather not go
Back to the old house
I would rather not go
Back to the old house
There's too many

Bad memories

Too many memories

There ...
There ... There ...

When you cycled by

Here began all my dreams

The saddest thing I've ever seen

And you never knew

How much I really liked you

Because I never even told you

Oh, and I meant to

Are you still there ?

Or ... have you moved away ?

Or have you moved away ?

Oh ...


I would love to go

Back to the old house

But I never will

I never will ...

I never will ...

I never will ...

Back to the old house - The Smiths


Preferiría no regresar a la vieja casa.

A aquel lugar lleno de malos y buenos recuerdos, demasiados; cuando te veía pedalear con tu bicicleta, tus cabellos rubios al aire; donde comenzaron todos mis sueños, donde la tristeza también apareció; allí donde nunca supiste que realmente te amaba, porque nunca te lo dije.

Me encantaría volver a ese viejo lugar. Pero no lo haré. Sé bien que no lo haré.

Y dije, y quiero decir, ¿sigues todavía ahí, o te has marchado, te has alejado de mí?


No des la razón a Raphaël y vuelve o, al menos, no te alejes, quédate cerca donde pueda verte y sentirte nada más.

sábado, 20 de octubre de 2007

Singladura nueva.

singladura.

(De singlar).

1. f. Mar. Distancia recorrida por una nave en 24 h, que ordinariamente empiezan a contarse desde las 12 del día.

2. f. Mar. En las navegaciones, intervalo de 24 h que empiezan ordinariamente a contarse al ser mediodía.

3. f. rumbo (dirección trazada en el plano del horizonte).



He cambiado la dirección en el plano del horizonte y me he dirigido a este nuevo lugar, a esta nueva isla. Espero estar bien aquí.

Traigo conmigo como único equipaje de mano viejos recuerdos, momentos de mi refugio anterior en forma de entradas que un día publiqué (
http://lapeaudechagrin.spaces.live.com/), y que he incorporado aquí.


Bienvenidos a todos. Pronto me haré con las riendas de esto y lo convertiré en un hogar cómodo y agradable.

Con vosotros, claro.

jueves, 18 de octubre de 2007

Y hoy, ¿es sólo un día más?

Hoy escribo cuando todavía no ha anochecido, aunque el sol va desapareciendo y apenas queda algún rastro de él en el horizonte; allá a lo lejos veo unas pocas nubes con tonos añil, rojizo y violeta, rodeadas de un mar de cielo todavía azul.

Hoy he dado las gracias a una niña pequeña con cabellos rubios ondulados, mientras se apartaba cuando yo intentaba aparcar el carrito del supermercado. Le marqué sin tocarla con mi dedo índice su diminuta nariz.

Hoy no he tomado el atajo habitual que transcurre bajo el ferrocarril cuando las barreras están bajadas; he esperado a que pasara el tren (han sido dos, uno en cada sentido) y he continuado la marcha.

Hoy he saludado al obrero que me detuvo a pie de obra en la carretera por la línea del AVE. Estaba hasta arriba de alquitrán.

Hoy he recibido esa llamada que parece que desatasca aquel asunto que me estaba inquietando últimamente.

Hoy me ha caído en el trabajo algo gordo para las dos próximas semanas, y me he divertido mientras lo analizaba a pesar de la que me espera.

Hoy no me he acordado de la llamada polémica de ayer en todo el día; pareciera que nunca hubiera existido. No guardo rencor a la persona con la que hablé.

Hoy me he comprado una lata de aceitunas negras y otra con sabor anchoa, no rellenas. Ignoro cuándo las tomaré.

Hoy he visitado a mis blogs hermanos que tanta paz, compañía e imágenes de todos los sabores me proporcionan.

Hoy no he leído la prensa digital ni consuiltado mis movimientos bancarios. Creo que el IBEX 35 ha vuelto a subir, pero no pondría la mano en el fuego esta vez.

Hoy no voy a centrar la imagen que coloque en esta entrada.


Hoy creo que he aprovechado bien el día; me siento tranquilo, me siento un poco más yo.





Hoy todavía Raphaël de Valentin sigue durmiendo, no puede cercenar algunos de mis deseos, bastante pueriles, por otra parte.

miércoles, 17 de octubre de 2007

Hoy le toca escribir a Rafael (hasta la medianoche)...

Pues eso voy a hacer. Y además, como se dice coloquialmente, "a pelo", o sea, sin red, a lo que salga, en directo, sin releer, sin corregir. A ver qué pasa.

Allá vamos.

En efecto, hoy voy a dejar que nuestro querido amigo Raphaël de Valentin descanse de su trajín habitual en La peau de chagrin; siempre tan rodeado de melancolía y recuerdos. Siempre tan bien acompañado de mariposas soñadoras y campanillas aladas que vuelan a su alrededor, además de toda clase de músicos (pianistas, guitarristas, etc.), poetas, hombres y mujeres llenos de sensibilidad y otras personas que no manifiestan sus comentarios pero que él sabe que están ahí; él los conoce y los valora a todos. Siempre me dice que son maravillosos; seguro que es así puesto que él lo dice, y yo le creo.

Este joven Raphaël de Valentin, él no lo confesará, pero siempre andaba con sus amores platónicos a cuestas, viviendo en esa buhardilla de techos de madera y sin calefacción, donde fue a parar sin haber terminado aún sus estudios y donde pudo dedicarse durante un tiempo a sus dos grandes aficiones, la música (mal tocar la guitarra y el sintetizador; siempre se definía entonces como músico y no como instrumentista, menudo) y la literatura (escribir algún que otro mediocre relato que llegó a colocar en cierta emisora residual, y que nunca se atrevió él a leer), cuando su alma todavía no había sido vendida a la piel de zapa y ésta se mantenía impoluta, en su total extensión, sin haber menguado lo más mínimo. El alma del más genuino poeta que era Raphäel, aquel que un día sucumbió y llegó a vender hasta su última moneda por conquistar los placeres efímeros.

En fin, pero hoy me toca hablar a mí, Rafael, y lo hago casi por necesidad, porque me sirve de terapia para relajarme; de hecho ahora ya estoy prácticamente relajado tras un día especialmente duro en el trabajo. Casi voy a hablar como en el diario que se cita en la entrada anterior, ese donde poder expresar las cosas que a uno le pasan.

Día complicado, sí, cuando vuelvo a plantearme de nuevo por qué un chico con buenas calificaciones en lengua, literatura y filosofía terminó haciendo estudios de ciencias puras y todo lo demás. Claro, hasta llegar a la situación actual, cuando quedaron atrás aquellos años felices de investigación personal, de noches eternas desarrollando algoritmos locos apenas compartidos por unos pocos que podían seguirme y no me tomaban por lo que realmente era; esas pequeñas genialidades, por no llamarlas directamente creaciones, a las que sucumbí durante ese periplo de mi inicial juventud. Pero me lío. Ahora todo se ha transformado en negocio, en injerencias, en conversaciones telefónicas y otras cosas por el estilo.

Bueno, el caso es que hoy sabía que tenía que escribir yo, para dejar mi mente tranquila y dormir habiendo dejado atrás aquella dura conversación telefónica de casi una hora, que si bien no me hizo daño realmente, si sirvió para recordarme quién era y dónde estaba. Por ello, decidí regresar a casa temprano y me encontré por el camino, en el coche, escribiendo mentalmente esto que estoy haciendo ahora, para no pensar más. Y sucedió que volví a ver el diario de Raphaël, su buhardilla de poeta y su piel de zapa aún intacta.

Es por eso que sin pensarlo, cogí la bicicleta de montaña y salí a continuación a respirar el aire de las afueras de la ciudad, donde ahora vivo, apartado parcialmente de la civilización solamente en compañía de Blanchet y Nicolas, a quienes por cierto, besé al llegar a casa (sí, besar, eso dije) y ya casi estaba olvidando todo lo malo que me había ocurrido. Ellos siempre están ahí esperándome, adaptando sus horarios a mí, sin pedir nada a cambio, fieles y leales en todo momento; les acompañaré hasta su último día, estoy seguro de ello. Me vuelvo a perder de mi hilo conductor, es lo malo que tiene escribir sin parar...

Pedaleo sin detenerme durante cerca de una hora, no hago competición, apenas es un paseo que aprovecho y estoy escuchando, sintiendo, oliendo a mi alrededor, y casi la noche se me echa encima, es un eufemismo, realmente llegué a casa sin ver un pimiento pero, al igual que en el coche, he seguido pensando en escribir, no me ha venido en ningún momento a mi mente la imagen de una mañana que no me gustó. Pensar en escribir me hizo reconsiderar el día y ponerme contento, en sintonía y en paz con lo que me rodeaba. Pensar en leer a otros como yo.

Creo que ahora dormiré bien. Sé que los problemas diarios, mejor llamados dificultades inherentes al quehacer cotidiano, debo dejarlos a un lado y seguir alegrándome de las pequeñas cosas, en este caso, de vomitar al exterior en este diario digital aquello que siento, para que todo lo demás no quede empañado y teñido de oscuro.

Para disfrutar de todo lo que soy y tengo.

lunes, 15 de octubre de 2007

Vulnerable no para ti.

Me doy cuenta, al repasar lo que escribo en este blog, de la cantidad de cosas que aquí dejo plasmadas y de los sentimientos que en él quedan perpetuados. Vuelvo a ellos en ocasiones, los evoco; otras veces ni siquiera recuerdo qué o quién los originó, pero en todo caso me emociona ser testigo de instantes pasados, saborear sensaciones vitales no muy lejanas en el tiempo, toda clase de pensamientos nacidos de dentro de mí, que expulso y transmito en este blog y que no sé a qué lugar llegan ni quién de verdad los lee o los comprende, pero no importa. Son parte de mi esencia.

A veces incluso tengo miedo de hacerme demasiado vulnerable con las cosas que digo. Seguro, tonterías mías.

No quedan tan lejos esos años en los que escribía aquel diario, por llamarlo de alguna manera. Para mí no era un diario al uso; más bien se trataba de un lugar como este, en papel, donde podía reflejar perennes ideas y pensamientos, casi siempre pasiones, que brotaban como un torrente de mi interior. Fueron varios años intensos en los que mantuve ese diario completamente en el anonimato, donde aún permanece; nadie conoce de su existencia y a nadie le he leído una sola línea. Aún conservo multitud de cuadernos, hojas, cuartillas y demás material que apenas he vuelto a releer desde entonces. Aunque está muy presente en mí.





Este blog, me hace pensar en aquellos días, cuando el joven Raphaël, vulnerable pero ya sin saberlo fuerte y seguro de sí mismo, escribía para nadie, cuando ni siquiera su tímida voz podía ser oída ni tenida en cuenta, cuando nadie apreciaba todo lo que se ocultaba en ese alma triste, inocente, pasional, enamoradiza, furtiva y hasta miedosa. Ese Rapahaël, por entonces ladronzuelo amante de la lectura, que regresaba solitario del colegio a casa en esos días tristes de otoño, caminando lentamente por terrenos poco transitados huyendo de las infestadas calles, salpicando sus impolutas botas marrones con cordones sobre terrenos embarrados y golpeando con ellas los guijarros que encontraba en el camino. Aquellos solamente para él maravillosos senderos que descubría casi a oscuras, abiertos a la luz de la luna y de las estrellas, y que se hacían cada día más largos y prolongados en el tiempo, tiempo que el inefable Raphaël aprovechaba para volar, para transportarse fuera de lo que no le gustaba, que era casi todo, y dejarse mecer en los brazos del encanto de lo subliminal. A la espera de retornar a lo más estrictamente terrenal, de lo que siempre se evadía.

Cuando aún su tierno corazón no había sucumbido a los hechizos del poder de la piel de la tristeza, aquella piel que menguaba por cada petición de un deseo imposible que su poseedor realizaba y que a la larga devenía en la más absoluta ausencia de cualquier atisbo de pasión; no había sido devorado por la magnificencia de su fuerza y dominio. Parafraseando al maestro Balzac, "QUERER nos abrasa y PODER nos destruye; pero SABER constituye a nuestro débil organismo en un perpetuo estado de calma".

Momentos aquellos que ahora rememoro con agitada turbación, y que perfilaron el alma solitaria que más tarde descubriría y haría resucitar Raphaël de su interior, convirtiéndole en el mortal que ahora pocos conocen que es.

.....

No, no es cierto que me sienta vulnerable para ti que me lees, tú que posees ese alma tan dulce y delicada y que complaces a todo aquel ser que sabe escucharte; sentir tu aliento y tus brazos cercanos nunca podría lastimar mi sensibilidad ni hacer que teman mis heridas. Solamente espero de ti una mirada emocionada y unas manos temblorosas, mientras ansío que aparezcas de nuevo con inusitada impaciencia.

jueves, 20 de septiembre de 2007

Estoy vivo.

Celos, yo. ¿Por qué he de sentir celos ahora, de repente? Ella no está conmigo, se trata de alguien a quien no he visto nunca y que apenas he tratado; de hecho ignoro si existe en la realidad. No puede ser.

"Celos: Sospecha, inquietud y recelo de que la persona amada haya mudado o mude su cariño, poniéndolo en otra."

Pues entonces supongo que no deben ser celos lo que yo experimento; será otra cosa parecida. Ya lo averiguaré.

El caso es que no me gusta pensar que ella, ese ser invisible y por tanto intangible, incognoscible y sin embargo comunicable, pudiera estar en un instante cercano con otro chico, que se viera con alguien cuando yo la imagino solitaria, melancólica y viviendo en el mundo de las ideas, enamorada del amor simplemente, alejada de todo lo terrenal. Soñadora a buen seguro.

Pero muy cercana a mí.


Sin duda me he sentido atraído por ella. O simplemente debo conservar algún residuo de locura todavía, yo que me creía tan estable y seguro. Mi corazón aún se sobresalta al percibir situaciones apócrifas, que carecen de toda razón. Así me he sorprendido, vaya imprudencia la mía.





No tomes en cuenta estos delirios que tal cual me surgen, quedan plasmados en esta hoja de papel en blanco donde escribo, apartada de miradas insensibles y convencionales. El
singular y poco insigne Raphaël parece no tener otra ocupación que no sea la de divagar.

lunes, 17 de septiembre de 2007

Espérame un poco más.

Está atardeciendo y entro lentamente en tu habitación, ahora que te encuentras ausente y no puedes verme; no, no lo hago como un vulgar ladrón o alguien semejante, individuo que espera escondidamente curioso de saber de tus cosas, de tu pequeña capilla que pretende profanar. No, todo lo tuyo me parece muy intenso, demasiado profundo, y ese es el aroma que deseo conservar.





Me detengo a explorar lo que solamente ciertos de mis sentidos pueden apreciar; no quiero llegar más allá y dejo que vista, olfato y oído naveguen en la atmósfera de tu territorio, sin emplear otros argumentos que me podrían ofrecer información más directa, pero innecesaria. Tus signos de identidad aparecen por doquier; adornos, colores, texturas y disposición, calurosa sencillez de un ser señalado por la fantasía de lo inmaterial, por la prevalencia de lo emocional sobre lo racional. Revelan tu carácter soñador tan alejado de la sociedad.

Un temblor de emoción intensa me sobrecoge. Sorpresivamente, aparece ante mis ojos esa foto mía, en blanco y negro, inocente, de tiempos pasados que se recuerdan con añoranza, que se erige como principal en tu cómoda y que con toda intención ha sido dirigida hacia el cabecero de la cama. Suspiro profundamente.

Sin duda me queda mucho camino por recorrer para acercarme a ti y poder merecerte algún día, aunque tú ignores que así lo siento. Rezo porque tu desesperanza no inunde definitivamente las sentinas de tu corazón y no te olvides de todo eso que destacabas y que creo aún conservas de mí, aquello que solamente tú recuerdas y que una vez dulcemente compartimos.

Espérame siempre, por más que con frecuencia me muestre como un ser volandero, pajarillo sin ilusión y en apariencia desnortado.

martes, 11 de septiembre de 2007

Raphaël está de vuelta.

Y no me refiero a que regreso pasado el período estival, qué va. En realidad, no me he marchado a ningún sitio este verano, al menos físicamente hablando. Pero, para mi desgracia, he estado muy lejos de todo lo que no es lo cotidiano, eso sí que es verdad. Confundido y atormentado, carente de descanso espiritual como ánima que pena esperando la gloria en el purgatorio.

Ayer por la noche, cuando me acababa de acostar y aún permanecía despierto, no serían más de las 23:30 horas, me sorprendí escribiendo en mi mente líneas imaginarias que emergían incesantemente sin yo pretenderlo y me devolvían la ilusión por retornar y traerlas a mi isla casi abandonada, a este rincón que es La piel de la tristeza. No quise levantarme para plasmarlas de forma inmediata, para no olvidarlas, porque comprendí que ya no había vuelta atrás y que no pasaría mucho tiempo sin que aterrizara en este refugio de mi alma, aunque me encontrara solo y nadie leyera ya mis pequeñas palabras.

Había encontrado el camino de vuelta al hogar, la paz mínima, la génesis existencial necesaria, el hilillo ínfimo de luz en la oscuridad.





Me siento feliz de estar aquí de nuevo, de reencontrarme con mi yo, el verdadero y más profundo de todos, el que no disimula ni altera sus sentimientos, el que no esconde ni disfraza sus anhelos, el que articula su discurso vehemente, sin cercenar ni un ápice de su ardiente pasión.

Feliz de compartir este espacio con todos vosotros, verdadero ejército imaginario y silente de náufragos soñadores y corazones abiertos a la poesía del alma y a la esperanza, que me acompañáis sin pedir nada a cambio en esta morada al abrigo de la sociedad rutinaria y perturbadora.

sábado, 7 de julio de 2007

Si tú no vuelves...

Si tú no vuelves
se secarán todos los mares
y esperaré sin ti
tapiado al fondo de algún recuerdo

Si tú no vuelves
mi voluntad se hará paqueña...
Me quedaré aquí
junto a mi perro espiando horizontes

Si tú no vuelves
no quedarán más que desiertos
y escucharé por si
algún latido le queda a ésta tierra

Que era tan serena
cuando me querías
habia un perfume fresco que yo respiraba
era tan bonita, era así de grande
no tenía fin...

Y cada noche vendrá una estrella
a hacerme compañía
que te cuente cómo estoy
y sepas lo que hay
Dime amor, amor, amor
estoy aqui ¿no ves?
Si no vuelves no habrá vida
no sé lo que haré

Si tú no vuelves
no habrá esperanza ni habrá nada
Caminaré sin tí
con mi tristeza bebiendo lluvia





Si tú no vuelves, te seguiré esperando en mi corazón.

Y mientras tanto, regresarás cada vez en mi pensamiento cuando yo te rescate y te traiga para volar juntos como una vez lo hicimos. Igual que siempre.

viernes, 6 de julio de 2007

Almas viajeras que buscan nada.

Llega la noche y la temperatura en el exterior pasa a ser muy agradable, diría incluso que perfecta, tanto que me encuentro plácidamente disfrutando de la soledad de mi melancólica existencia sentado en un banco de madera provisto de cojines de rayas verdes y blancas situado en la terraza, débilmente iluminada por un plafón en torno al cual se concentran diversos insectos atraídos si duda por la magia de su luz. Oigo en la cercanía a unos críos jugueteando y muy a lo lejos un leve murmullo de los coches que transitan a gran velocidad por la autopista, ruido apenas perceptible, pero que para mí no pasa en absoluto inadvertido. Almas viajeras.

Desde mi privilegiada situación, en este atalaya de fantasía que me alberga y que inspira en ocasiones a mi atormentado espíritu de poeta, me detengo y recreo este mundo de viajes, de cambios en el esquema del espacio-tiempo, de continua búsqueda de lo artificial y lo superficial, esa constante huida de las personas hacia paraísos lejanos y desconocidos para encontrarse con no sé qué nuevas sensaciones vitales, sin duda tan poco gratificantes para un corazón acostumbrado a sufrir y que no descansa. Escapar de la realidad por la vía del placer efímero de los sentidos y la fascinación. Cuán alejado estoy de todo eso.

Todo tan cercano y
distante, todo tan ruidoso y sosegado; vidas que transcurren bajo la atenta mirada de la noche. Pequeños organismos vivos que se manifiestan vehementemente, palpitando ternura, afecto, pasión, quién sabe si también rencor.





¿Cómo consideras tú que te encuentras, cerca o lejos de mí, próxima o distante? Y tu corazón, ¿junto al mío o tan alejado como otras veces me parecía que estaba? ¿Con un movimiento trémulo o por el contrario sin turbación? Te percibo tan apartada y a la vez tan solitaria...

.....


Se ha levantando una brisa muy suave que me obliga a aterrizar bruscamente y dirigirme al interior de mi morada.

Continuaré mis viajes oníricos recorriendo los desconocidos pliegues de tu sensualidad, ya oculto bajo el manto de mi alcoba cómplice que me ampara y defiende, y dibujaré esta vez sin temor todos los ángulos de dulzura e inocencia que me enseñaste y los que pude adivinar escondidos en tu interior como tesoros jamás encontrados ni valorados. A la espera de ser algún día rescatados... ¿por algún náufrago, quizás?


¿Me reconoces? ¿Estás todavía ahí o definitivamente te has marchado?

miércoles, 4 de julio de 2007

Batería de idealismo baja.

Llevo unos días dedicado intensamente a resolver algunos asuntos ineludibles que reclamaban mi atención, lo que unido a mi quehacer cotidiano me estaba provocando que no pudiera visitar otros lugares hermanos en este mundo de náufragos donde voluntariamente me encuentro confinado. Es una lástima, ya lo echaba de menos y apenas tengo tiempo ahora de escribir unas líneas para así manifestar una cierta desazón interior que me empezaba a invadir, pero que en breve doblegaré y venceré.

Me doy cuenta de que no acepto ya estar demasiado tiempo sumido en mi faceta más pragmática, apartado de lo imaginario y fantasioso, sin poder dar rienda suelta a mi lado idealista y soñador; mi alma se agota tan rápidamente como la batería del teléfono y en seguida aparece el testigo rojo de la reserva. Te estás quedando sin fuerza -me avisa un indicador luminoso que parpadea en mi interior-. Debes recargar pronto tus baterías de idealismo -concluye-.

Pues aquí estoy, proceso de carga en curso.






No huyas, no abandones el barco aunque la niebla o el fuerte oleaje te hagan dudar y apenas te permitan percibirme y seas incapaz de guiarte sin la luz de las estrellas o de algún faro perdido; aguarda a que el viento amaine y a que tu instinto indefectible te haga desembarcar dulcemente en las tranquilas arenas de mi alma; espérame a que regrese y te acoja con mis mejores galas que, como sabes, no son otras sino las de mis pensamientos y anhelos hechos palabras.

Yo sigo en vano buscándote y oteando cada noche el horizonte de mi isla soñando con ver algún día a lo lejos el blasón del escudo que abandera tu errante goleta en apariencia a la deriva.




Y el nivel de idealismo ha aumentado algo y se sitúa a mitad de su escala por momentos... Gracias de nuevo, Raphaël.

jueves, 28 de junio de 2007

Volando.

Esta mañana, una paloma que reposaba en la calzada levantó el vuelo justo antes de que mi coche se acercara demasiado a ella. Yo conducía por una calle estrecha y tranquila, con viviendas bajas a ambos lados, despacio; el sol ya manifestaba sus intenciones y escuchaba una canción de Dover en no sé qué emisora de radio. Las gafas de sol que llevaba puestas teñían de tonos pastel el entorno, me transportaban al romanticismo de las callejuelas solitarias de mi siempre añorada Provenza.

Planeaba desafiante por delante de mí y eso me obligaba a desplazarme a corta velocidad, pero su rumbo no variaba del mío y parecía que yo la seguía. ¿Me estaba abriendo camino? o acaso, ¿me indicaba el camino a seguir? o ¿dirigía mis pasos? ¿Quería que la siguiera? A lo mejor, sabía dónde iba.

El caso es que me gustó que se cruzara en mi camino. Por unos instantes sentí de cerca la felicidad.






Y mientras tú, apareces de repente, te cruzas como un pájaro revoloteando cerca de mí, con tu gracejo natural un poco adormecido pero perceptible, dudas de que te echo de menos, que este tiempo sumido en el desierto del desdén me he sentido solo, confundido y aletargado, que no he volado de nuevo si no fue contigo, que mis palabras suenan huecas si ya no las escuchas tú, que mis frases mueren vacías si no estás ahí presente para recogerlas y dotarlas de tu fantasía, que las palabras que en voz baja pronuncio y que nacen desde mis entrañas para ser respiradas se desvanecen y acaban por apagarse en ese aire que apenas compartimos.

Vuela, vuela cerca de mí, sigue enseñándome a caminar en este mundo tintado de colores suaves, dirigiendo mi vida hacia otros rincones apartados de la tristeza y la duda, del color gris de lo mediocre y lo anodino, del alma conformista de Raphaël. No te olvides de regresar y llevarme de vuelta a casa, guiando mis pasos hacia esa isla imaginaria que bien conoces, donde podamos seguir soñando juntos las realidades que nos esperen.

Yo me quedaré mientras aquí aprendiendo de nuevo a volar, esperando ver en el horizonte tus alas blancas cómo regresan al anochecer.

miércoles, 27 de junio de 2007

Tan lejos estabas...

Un beso en un portal,
un abrazo, ¡hasta mañana!
¡qué hombre me sentía
cuando a ti te acompañaba!

Tú lo eras todo
y yo no era nada.
Pisábamos los charcos,
tan lejos estabas.



Golpes Bajos - Cena Recalentada - ZappInternet


Tú lo eras todo, y yo no era nada... bueno, sí, era un ser perdidamente romántico que te acompañaba a casa y para el que un pequeño gesto tuyo era como tocar el cielo. Antes, nos habíamos sentado en cualquier banco de aquel paseo, ya de noche, sin apenas mirarnos a los ojos, y yo te sentía tan cerca y a la vez tan lejos... Dudaba.

Retrocedo un poco más. Recuerdo que te esperaba emocionado a que aparecieras en tu portal, con esa sonrisa que te iluminaba por completo. Seguro que había pasado el día entero soñando que llegara ese instante, vagando perdido por las horas con aquel momento como único objetivo de mi vida. Cuando te veía, me parecías maravillosa, tan frágil y dulce, toda la incertidumbre de las horas anteriores y de la propia espera se desvanecía de inmediato ante tu radiante presencia. Me saludabas tímidamente, manteniendo la sonrisa y, a pesar de aquella aparente actitud de tranquilidad, te notaba algo nerviosa, azorada, me atrevo a decir. Tu voz en ocasiones temblorosa te delataba. Eso te hacía aún más bella y yo me sentía muy feliz compartiendo contigo esas menudencias.

Caminábamos sin rumbo fijo por el paseo principal y por las calles aledañas; estábamos en otoño y anochecía más bien temprano. Tenía la sensación de que las farolas casi no emitían luz alguna, porque todo estaba tan oscuro que solamente te veía a ti. La sensación de felicidad por tenerte y de angustia por perderte eran indescriptibles, apenas cabían en mi los sentimientos tan intensos que me provocabas. Nos apoyábamos de cuando en cuando en algún banco o nos deteníamos frente a un árbol y allí seguíamos comentando inocentemente cuestiones pueriles, mientras pisábamos las hojas sueltas que parecían recién caídas. Todo lo que a mi alrededor sucedía, daba igual, nada existía porque quedaba eclipsado por tu estampa. Ignoraba el discurrir de la vida, el mundo se paraba ante ti; creo que también sentía la huella del estremecimiento.

Por mi mente pasaban todo tipo de ideas, cogerte de la mano, acariciar tu pelo, llegar al punto de besarte. Pero claro, no me atrevía a nada de eso. Quería decirte tantas cosas.

Deseaba decirte incluso que te quería, aunque me tomases por loco.


Establecía metas, puntos imaginarios en nuestro paseo donde me imponía actuar. Antes de que lleguemos a la próxima esquina o serás un cobarde -oía decir a mi interior-. Pero nunca lo cumplía. A punto estuve una vez e hice el ademán de volverme hacia tu cara para enfilar mis labios a tu virginal boca, pero en el último segundo varié el destino. Creo que ella lo notó, y todo ello aumentó más todavía mi turbación.

El tiempo pasaba tan rápidamente que ya teníamos que regresar, y la tristeza de tu próxima ausencia aparecía. ¿Lo sufre todo tanto como yo? -me preguntaba- y la duda sobre tus sentimientos siempre me acechaba y perseguía como una maldita sombra. Pronto llegábamos de nuevo al punto de partida y, en tu portal, dos besos de despedida y hasta mañana.

Y luego me quedaba durante un buen rato, allí, en el mismo sitio donde te había visto por última vez, con la mirada perdida, respirando profundamente, sin ver a los transeúntes pasar, enajenado, anhelando verte de nuevo. Todo lo que quiero hacer es verte de nuevo -me decía a mí mismo.

El camino en solitario de vuelta a casa era más de lo mismo; ir como flotando por las calles, todavía con el recuerdo fresco de tu sonrisa, de tus manos, de tus ojos, y con el desánimo de la incertidumbre de no saber si volvería a tenerte.

Ni siquiera si todavía eras mía.

Llegué al hogar como pude pues mi mundo imaginario que seguía en plena efervescencia, me había transformado en un autómata, y me deslicé silenciosamente hacia alguna estancia vacía donde proseguir mis ensoñaciones. Tú lo eras todo, y yo no era nada.

No duraron mucho, pues alguien solicitó mi presencia urgente al teléfono. ¡Eras tú de nuevo, mi vida! Te disculpabas y aunque no era capaz de escuchar las frases exactas con que me obsequiabas dada la agitación que me poseía, comprendía tu mensaje. Eras consciente de mi angustia y te responsabilizabas de ella, me prometías evolucionar y hacerte más cercana. Yo no quería oírte pronunciar aquellas vergonzosas palabras, no hacía falta que dijeras nada más. ¡Cómo pude haberte incomodado de tal forma!

Esa noche, lloré al evocar tu imagen tierna. Desde aquel momento, juré que jamás volverías a estar tan lejos.

lunes, 25 de junio de 2007

Primer mes de vida.

Ha pasado ya más de un mes desde que inicié la aventura de este blog titulado "La piel de la tristeza"; casi me había olvidado de reflejar este hecho en forma de alguna entrada que lo explicitara, aunque lo tenía muy presente en mi cabeza. Tarde, pero he aquí la citada entrada.

No es demasiado bueno trazarse unos objetivos en este tipo de cosas, pero sí que es cierto que me he otorgado un plazo indeterminado, vamos a decir por ejemplo cien días como ocurre en otros ámbitos de la sociedad, para ver cómo me va y si acabo situándome en el blog, porque de momento todavía no estoy todo lo centrado que me gustaría. Reconozco que soy muy perfeccionista y la autocomplacencia no me encuentra demasiado, por lo que la situación resultante es que quiero decir muchas cosas pero todavía no sé como soltarlas, ni cuando, ni en qué orden, y por tanto, tan sólo me limito a divagar en muchas ocasiones sobre ideas o imágenes que aparecen en mi mente o en mi alma. Me dejo llevar, lo cual tampoco es malo. Pero con el tiempo espero ir definiendo una línea más clara sobre lo que escribir. O a lo mejor es preferible ser menos ortodoxo y publicar entradas más heterogéneas, quién sabe. Lo iré viendo por el camino.

Con todo, en estos días he experimentado más la sensación de conocer y crecer con otros blogs, otras personas, empaparme de historias ajenas, relatos, fantasías, sueños, en muchos casos parecidos a los míos, en otros bien distintos. Cuanto más me he metido en ellos, más he descubierto la profundidad del mar en el que navegaba, y la cantidad de islas que tenía que visitar. Esto sí que está repleto de náufragos -me digo, con cierto regocijo. Y reconozco que me están llenando y aportando muchas sensaciones, haciendo incluso que dedique más tiempo a estas islas que a la mía propia. Bienvenidas sean, pues.

"Náufragos que vamos a la deriva y no nos importa zozobrar..."




Poco más que contar para esta singular efeméride. La piel de Raphaël se mantiene triste, melancólica, algo casi inherente a su imperfecta esencia de poeta, pero su alma navega siempre en océanos de ilusión y de percepciones, de fantasías y de sueños, aunque a veces también se deje arrastrar por el fuerte oleaje de la mediocridad primero, y finalmente por la turbadora marea de lo cotidiano que lo envuelve en una duda continua y de un pusilánime desasosiego.


Hasta que llegue la hora en que ambos, piel y alma, descansen en armonía, juntos, unidos, sintiéndose dueños de un mismo cuerpo. En paz. Y se pregunten:

- ¿Cuál es tu sueño?

- Mi sueño es continuar como estoy ahora. Yo ya vivo mi sueño.


Que así sea. Por muchos meses y años más.

viernes, 22 de junio de 2007

Lo inesperado sucedía.




Gracias por atenderme. Gracias por recibirme y darme de cenar en esa noche gélida que suponía iba a ser como de costumbre y que se tornó en inusual y mágica. Nunca espero ya ser escuchado y la sensación que obtuve fue que esta vez los ojos sí me miraban y me veían. Me encontraban y te encontraba de nuevo.

Perdón por haber desconfiado de tus intenciones. Perdón por haber dado por quebradas nuestras relaciones. Nunca debería volver a dudar de los verdaderos sentimientos que residen en tu corazón, de que realmente sí te importaban mis pequeñas cosas, mis deseos más profundos y personales. De que en el fondo, estábamos tan cerca sin saberlo, o quizás sin reconocerlo.

Admito que todavía estoy gratamente sorprendido; tus confesiones finales sonaron como voces amplificadas en la recién estrenada madrugada. Mereció la pena abandonar la placidez de mi buhardilla de luz tamizada para adentrarme en tu burgués salón iluminado.

El paso del tiempo me ha endurecido y no merecías tanta crítica injusta ni tanto desdén intencionado. En adelante meditaré mis pasos para acercarme poco a poco a ti, sin molestarte, sin que casi lo percibas. Sin pretender nada.

Creo que todo puede cambiar cuando menos lo sospecho, que siempre estamos a tiempo de rectificar y encontrarnos con nosotros mismos incluso cuando pensamos que es demasiado tarde.

.....

Nunca es demasiado tarde, claro está. Al menos para mi alma, la que habita en el cuerpo del inexplicable Raphaël. Sigue concediéndome más oportunidades para desterrar la tristeza y sentirme vivo, sin descanso.

jueves, 21 de junio de 2007

El juego (las ocho confesiones).

Las reglas del juego son estas:

1. Cada jugador(a) comienza con un listado de ocho cosas sobre sí mismo.
2. Tiene que escribir en su blog esas ocho cosas, junto con las reglas del juego.
3. Tiene que seleccionar a ocho personas más para invitar a jugar, y anotar sus blogs/nombres.
4. No olvides dejarles un comentario en sus blogs respectivos de que han sido invitadas a participar, refiriendo al post de tu blog: "El Juego".

Bueno, pues cuidadito que vienen curvas. No os asustéis

1.- Soy perfeccionista y ordenado, eso me da seguridad y me hace sentirme bien. La rutina no me desagrada si la escojo yo mismo; podría decirse que me veo identificado en ciertos comportamientos autistas.


2.- En lugares o acontecimientos multitudinarios me siento perdido y los evito. No soporto a la gente que no para de hablar o lo hace en un tono elevado, huyo de ello. En parte no coincido con la sociedad en general, lo que no significa que no caiga rendido ante personas románticas y sinceras, que me parezcan bellas y especiales interiormente.


3- Puedo ser feliz percibiendo el aire mientras paseo con la bicicleta o mediante placeres sencillos pero maravillosos como dormir, comer, estar con mi gatos, soñar despierto...; cada día valoro más todas esas cosas. Escribir y leer entradas en los blogs es uno de estos pequeños placeres.


4.- No suelo ir al cine porque puedo emocionarme en público con ciertas películas y eso me avergüenza; lo paso mal si me acompaña alguien porque se me hace un nudo en la garganta con determinadas escenas y necesito tragar saliva todo el rato.


5.- Soy tímido y me comporto tímidamente, enrojezco con mucha facilidad. Me gustan las personas tímidas; las chicas con apariencia tímida e introvertida me atraen especialmente, y si llevan gafas y son tipo intelectual, más aún.


6.- La poca televisión que veo se reduce casi a los telediarios y alguna película o acontecimiento deportivo; hago zapping convulsivamente entre los informativos de distintas cadenas para ver el tratamiento que dan de la misma noticia o actualidad.


7.- Cada día que pasa me doy más cuenta de que lo material no me hace feliz y de que la vida pasa muy deprisa como para detenerse en lo que piensan los demás de mí. Voy cada vez más a mi aire e intento ser más sincero conmigo mismo y apartarme de los convencionalismos.


8.- No suelo hablar con casi nadie de mí mismo ni de mis cosas; en el fondo me parece que nadie me conoce realmente aunque creo que resultaría muy fácil, pero bueno. Suelo ser muy discreto, solitario y silencioso aún cuando hay mucha gente que me rodea a diario en distintos entornos. Mi trato con todo el mundo siempre es muy afable y sin yo pretenderlo, parece que sucede una misteriosa atracción hacia mi persona que yo no comprendo porque en el fondo me gusta pasar desapercibido.

.....

He de confesar que, hasta hace dos o tres días, no sabía lo que era un "meme"... Lo he descubierto gracias a Mar, Gambutrol, Patri y algunos más que me han "liado" con esto, y yo gustosamente me he prestado a ello.

Ahora llega el punto en el que tendría que seleccionar a ocho personas para invitar a jugar; creo que no va a ser posible de momento, apenas llevo un mes con este blog y casi toda la gente que conozco es precisamente la que me ha invitado a este juego y ya han sido seleccionados por otros.... Estoy en franca desventaja, aunque lo intentaré en cuanto vaya conociendo a más personas y cogiendo cierta confianza.

miércoles, 20 de junio de 2007

El encanto de seguir descubriendo.

Un señor maduro con una oreja verde

Un día en el expreso de Soria a Monterde

ví que subía un hombre con una oreja verde.

No era un hombre joven, sino más bien maduro,

todo menos su oreja que era de un verde puro.


Cambié pronto de asiento y me puse a su lado

para estudiar el caso de cerca y con cuidado.

Le pregunté: " Esa oreja que tiene usted, señor...

¿Por qué es de color verde si ya es usted mayor?"


"Puede llamarme viejo ... - me dijo con un guiño-

esta oreja me queda de mis tiempos de niño...

Es una oreja joven que sabe interpretar

voces que los mayores no llegan a escuchar.


Oigo la voz del árbol, de la piedra en el suelo,

del arroyo, la del pájaro, de la nube en el cielo...

...Por eso entiendo a los niños cuando hablan de esas cosas

que en orejas de mayores resultan misteriosas"


Eso me dijo el hombre con una oreja verde,

un día en el expreso de Soria a Monterde.




Este poema escrito por Gianni Rodari creo que expresa algo más que la importancia de saber escuchar, y no es otra cosa que el hecho de no perder nunca la mentalidad del niño que intenta descubrir esencias nuevas bajo cualquier circunstancia.

(Gracias Martha por hacerme descubrir este poema ). Espero no perder nunca la ilusión por imaginar...

martes, 19 de junio de 2007

El hombre imaginario.

"El hombre imaginario"

Nicanor Parra


El hombre imaginario
vive en una mansión imaginaria
rodeada de árboles imaginarios
a la orilla de un río imaginario.


De los muros que son imaginarios
penden antiguos cuadros imaginarios
irreparables grietas imaginarias
que representan hechos imaginarios
ocurridos en mundos imaginarios
en lugares y tiempos imaginarios.


Todas las tardes imaginarias
sube las escaleras imaginarias
y se asoma al balcón imaginario
a mirar el paisaje imaginario
que consiste en un valle imaginario
circundado de cerros imaginarios.


Sombras imaginarias
vienen por el camino imaginario
entonando canciones imaginarias
a la muerte del sol imaginario.


Y en las noches de luna imaginaria
sueña con la mujer imaginaria
que le brindó su amor imaginario
vuelve a sentir ese mismo dolor
ese mismo placer imaginario
y vuelve a palpitar
el corazón del hombre imaginario.

Laberintos del alma.

Hace poco me preguntaba en este mismo blog hacia dónde me conduciría la travesía por este mes de junio en el que ahora nos vemos plenamente inmersos; pues bien, creo que como en otros muchos aspectos en esta vida, merece la pena introducir un elemento de serenidad y prudencia que nos permita discernir en momentos concretos la verdadera naturaleza de nuestros deseos y desdeñar otras opciones menos propias de nosotros mismos.

Por fin, tomo nota de la realidad y acepto de una vez por todas los indicios que estoy vislumbrando en el horizonte y que, aunque no de forma nítida, me permiten perfilar cuáles van a ser los siguientes pasos a dar desde este cubículo donde me mantenía atenazado e inmóvil.





Confieso que me ha costado recoger el mensaje escondido en las palabras, en los guiños, en las sonrisas, en las imágenes imaginadas, pero por fin creo haberlo hecho. Definitivamente, abandono el camino que misteriosamente exploré en tiempos no muy lejanos y me centro en continuar hacia adelante en la senda que me marqué en su día, a expensas de mi destino.

Empero, no quiero perder la ilusión de acariciar esas pequeñas cosas que descubrí durante este periplo por otros mundos cargados de ensoñaciones y poesía que tanto me han dado e influido y que aún permanecen vivos en mi alma antes adormecida; tengo que aprovechar esta reconquista de mi sensibilidad para otorgar un argumento más hacia la búsqueda de la paz de mi espíritu y al abandono de todo compromiso con lo material y artificial.

Seguramente nadie será consciente de que tras estas líneas, se esconde una decisión adoptada que hará que me dirija con paso firme y guiado por mi brújula particular hacia el establecimiento de un modo de vida más o menos monacal, recluido de alguna forma en los entresijos de un entorno casi místico, en el que el componente hedonista quede cercenado hasta lo más mínimo, del mismo modo que la piel de zapa de Raphaël de Valentin reducía su tamaño con cada requerimiento de placer que concedía. Pero sin desear nada en este caso.


Yo, en este punto, retorno al sendero original que me hizo desear la nada.

Rumbo a la tristeza de la piel y quizás, a la alegría del alma.


"Qué dulce sueño el de estar existiendo, viviendo y sintiendo que el tiempo se ha vuelto a parar..." © M.A.L.A.

jueves, 14 de junio de 2007

Esperando respuestas imposibles.

¿A qué sigo esperando?

¿Por qué no doy un paso al frente de una vez?

¿Qué me retiene de hacer lo que realmente deseo?

¿Por qué tanto tiempo malgastado dándole vueltas a todo y a todos?

¿Tengo que preocuparme hasta de lo más ínfimo y mediocre, dejando para el final mi yo más profundo?

¿Por qué no me conformo con vivir la vida que me ha tocado, tal cual?

¿Es esta sensación un suceso pasajero, o se va a convertir en cíclico?

¿Es normal sentirse eternamente insatisfecho?

¿Debo seguir atento a las señales o mejor ignorarlas?

¿Me interesa el "Querer" y el "Poder" o mantengo el "Saber" como filosofía de vida?

¿Me dejo llevar por mis emociones o por mi razón?

¿Es tan importante todo lo que tengo?

¿Me puede alguien ayudar a resolver esto, si es que existe ese alguien en quien confiar?

¿Nadaré por estas procelosas aguas sin descanso?

¿Algún día podré sentir el hombro amigo de un alma gemela?

¿Sucumbiré en algún momento al hastío de la rutina?

¿Experimentaré esa dulce sensación de la felicidad conquistada?

¿Merece la pena arriesgar todo para posiblemente nada?

¿Es tan real todo este ensueño?

¿Por qué no puedo ser una persona con pensamientos convencionales?

¿Debo seguir sonriendo a la gente que no le importa si vivo o muero?





Mi excelente final
para una corta vida,
divertidas caras de asombro
cuando recibáis la noticia.

Ni una sola lágrima
todo queda en palabras.
Anécdotas e historias, pero
¿a que soy algo que se atraganta?

¿Y tú mi pequeña?
¿me tratarás por igual?,
¿o te sujetarán unos brazos
cuando te desvanezcas?

..."era una bella persona"
Menuda sarta de hipócritas
Mas ni si quiera por asomo,
habéis llegado a superarme.

lunes, 11 de junio de 2007

viernes, 8 de junio de 2007

jueves, 7 de junio de 2007

Todo pasará.

Me permito esta vez dirigir mi mirada hacia el blog Ambigüedad, donde en una de sus maravillosas entradas he encontrado el cuento que viene a continuación. La bipolaridad en la personalidad del rey me hace regresar el leitmotiv que inconscientemente originó la última entrada que he escrito por aquí, y de alguna más.



El rey Ciclotímico

Había una vez un rey muy poderoso que reinaba un país muy lejano. Era un buen rey. Pero el monarca tenía un problema: era un rey con dos personalidades. Había días en que se levantaba exultante, eufórico, feliz. Ya desde la mañana, esos días aparecían como maravillosos. Los jardines de su palacio le parecían más bellos. Sus sirvientes, por algún extraño fenómeno, eran amables y eficientes esas mañanas.

En el desayuno confirmaba que se fabricaban en su reino las mejores harinas y se cosechaban los mejores frutos. Esos eran días en que el rey rebajaba los impuestos, repartía riquezas, concedía favores y legislaba por la paz y por el bienestar de los ancianos. Durante esos días, el rey accedía a todos los pedidos de sus súbditos y amigos.

Sin embargo, había también otros días. Eran días negros. Desde la mañana se daba cuenta de que hubiera preferido dormir un rato más. Pero cuando lo notaba ya era tarde y el sueño lo había abandonado. Por mucho esfuerzo que hacía, no podía comprender por qué sus sirvientes estaban de tan mal humor y ni siquiera lo atendían bien. El sol le molestaba aun más que las lluvias. La comida estaba tibia y el café demasiado frío. La idea de recibir gente en su despacho le aumentaba su dolor de cabeza. Durante esos días, el rey pensaba en los compromisos contraídos en otros tiempos y se asustaba pensando en cómo cumplirlos. Esos eran los días en que el rey aumentaba los impuestos, incautaba tierras, apresaba opositores...

Temeroso del futuro y del presente, perseguido por los errores del pasado, en esos días legislaba contra su pueblo y su palabra más usada era NO. Consciente de los problemas que estos cambios de humor le ocasionaban, el rey llamó a todos los sabios, magos y asesores de su reino a una reunión.

—Señores –les dijo— todos ustedes saben acerca de mis variaciones de ánimo. Todos se han beneficiado de mis euforias y han padecido mis enojos. Pero el que más padece soy yo mismo, que cada día estoy deshaciendo lo que hice en otro tiempo, cuando veía las cosas de otra manera. Necesito de ustedes, señores, que trabajéis juntos para conseguir el remedio, sea brebaje o conjuro que me impida ser tan absurdamente optimista como para no ver los hechos y tan ridículamente pesimista como para oprimir y dañar a los que quiero.

Los sabios aceptaron el reto y durante semanas trabajaron en el problema del rey. Sin embargo todas las alquimias, todos los hechizos y todas las hierbas no consiguieron encontrar la respuesta al asunto planteado. Entonces se presentaron ante el rey y le contaron su fracaso. Esa noche el rey lloró.

A la mañana siguiente, un extraño visitante le pidió audiencia. Era un misterioso hombre de tez oscura y raída túnica que alguna vez había sido blanca.

—Majestad –dijo el hombre con una reverencia—, del lugar de donde vengo se habla de tus males y de tu dolor. He venido a traerte el remedio. Y bajando la cabeza, acercó al rey una cajita de cuero. El rey, entre sorprendido y esperanzado, la abrió y buscó dentro de la caja. Lo único que había era un anillo plateado.

—Gracias –dijo el rey entusiasmado— ¿es un anillo mágico?

—Por cierto lo es –respondió el viajero—, pero su magia no actúa sólo por llevarlo en tu dedo... Todas las mañanas, apenas te levantes, deberás leer la inscripción que tiene el anillo. Y recordar esas palabras cada vez que veas el anillo en tu dedo.

El rey tomó el anillo y leyó en voz alta:

Debes saber que ESTO también pasará.