martes, 19 de junio de 2007

Laberintos del alma.

Hace poco me preguntaba en este mismo blog hacia dónde me conduciría la travesía por este mes de junio en el que ahora nos vemos plenamente inmersos; pues bien, creo que como en otros muchos aspectos en esta vida, merece la pena introducir un elemento de serenidad y prudencia que nos permita discernir en momentos concretos la verdadera naturaleza de nuestros deseos y desdeñar otras opciones menos propias de nosotros mismos.

Por fin, tomo nota de la realidad y acepto de una vez por todas los indicios que estoy vislumbrando en el horizonte y que, aunque no de forma nítida, me permiten perfilar cuáles van a ser los siguientes pasos a dar desde este cubículo donde me mantenía atenazado e inmóvil.





Confieso que me ha costado recoger el mensaje escondido en las palabras, en los guiños, en las sonrisas, en las imágenes imaginadas, pero por fin creo haberlo hecho. Definitivamente, abandono el camino que misteriosamente exploré en tiempos no muy lejanos y me centro en continuar hacia adelante en la senda que me marqué en su día, a expensas de mi destino.

Empero, no quiero perder la ilusión de acariciar esas pequeñas cosas que descubrí durante este periplo por otros mundos cargados de ensoñaciones y poesía que tanto me han dado e influido y que aún permanecen vivos en mi alma antes adormecida; tengo que aprovechar esta reconquista de mi sensibilidad para otorgar un argumento más hacia la búsqueda de la paz de mi espíritu y al abandono de todo compromiso con lo material y artificial.

Seguramente nadie será consciente de que tras estas líneas, se esconde una decisión adoptada que hará que me dirija con paso firme y guiado por mi brújula particular hacia el establecimiento de un modo de vida más o menos monacal, recluido de alguna forma en los entresijos de un entorno casi místico, en el que el componente hedonista quede cercenado hasta lo más mínimo, del mismo modo que la piel de zapa de Raphaël de Valentin reducía su tamaño con cada requerimiento de placer que concedía. Pero sin desear nada en este caso.


Yo, en este punto, retorno al sendero original que me hizo desear la nada.

Rumbo a la tristeza de la piel y quizás, a la alegría del alma.


"Qué dulce sueño el de estar existiendo, viviendo y sintiendo que el tiempo se ha vuelto a parar..." © M.A.L.A.

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