lunes, 25 de junio de 2007

Primer mes de vida.

Ha pasado ya más de un mes desde que inicié la aventura de este blog titulado "La piel de la tristeza"; casi me había olvidado de reflejar este hecho en forma de alguna entrada que lo explicitara, aunque lo tenía muy presente en mi cabeza. Tarde, pero he aquí la citada entrada.

No es demasiado bueno trazarse unos objetivos en este tipo de cosas, pero sí que es cierto que me he otorgado un plazo indeterminado, vamos a decir por ejemplo cien días como ocurre en otros ámbitos de la sociedad, para ver cómo me va y si acabo situándome en el blog, porque de momento todavía no estoy todo lo centrado que me gustaría. Reconozco que soy muy perfeccionista y la autocomplacencia no me encuentra demasiado, por lo que la situación resultante es que quiero decir muchas cosas pero todavía no sé como soltarlas, ni cuando, ni en qué orden, y por tanto, tan sólo me limito a divagar en muchas ocasiones sobre ideas o imágenes que aparecen en mi mente o en mi alma. Me dejo llevar, lo cual tampoco es malo. Pero con el tiempo espero ir definiendo una línea más clara sobre lo que escribir. O a lo mejor es preferible ser menos ortodoxo y publicar entradas más heterogéneas, quién sabe. Lo iré viendo por el camino.

Con todo, en estos días he experimentado más la sensación de conocer y crecer con otros blogs, otras personas, empaparme de historias ajenas, relatos, fantasías, sueños, en muchos casos parecidos a los míos, en otros bien distintos. Cuanto más me he metido en ellos, más he descubierto la profundidad del mar en el que navegaba, y la cantidad de islas que tenía que visitar. Esto sí que está repleto de náufragos -me digo, con cierto regocijo. Y reconozco que me están llenando y aportando muchas sensaciones, haciendo incluso que dedique más tiempo a estas islas que a la mía propia. Bienvenidas sean, pues.

"Náufragos que vamos a la deriva y no nos importa zozobrar..."




Poco más que contar para esta singular efeméride. La piel de Raphaël se mantiene triste, melancólica, algo casi inherente a su imperfecta esencia de poeta, pero su alma navega siempre en océanos de ilusión y de percepciones, de fantasías y de sueños, aunque a veces también se deje arrastrar por el fuerte oleaje de la mediocridad primero, y finalmente por la turbadora marea de lo cotidiano que lo envuelve en una duda continua y de un pusilánime desasosiego.


Hasta que llegue la hora en que ambos, piel y alma, descansen en armonía, juntos, unidos, sintiéndose dueños de un mismo cuerpo. En paz. Y se pregunten:

- ¿Cuál es tu sueño?

- Mi sueño es continuar como estoy ahora. Yo ya vivo mi sueño.


Que así sea. Por muchos meses y años más.

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