martes, 18 de noviembre de 2008

Próximo destino: en proceso.

En las últimas semanas me invade una sensación de excitación ante lo que puede acontecer a corto plazo unida a un sentimiento de adaptación a la realidad cotidiana que comienza a sorprenderme. Es como que puedo llegar a lograr el conciliar la parte más idealista de mí sin desdeñar aquella otra pragmática y que pueden ambas convivir en un turbio equilibrio, sin posiblemente soportarse, pero mirándose a la cara de frente y, por primera vez, reconociendo la necesidad de remar juntas por idéntico fin último.

Nadie dice que sea tarea fácil, antes al contrario, conocen de las dificultades del camino. En numerosas ocasiones, el ahora ya viejo discurso del abandono se cruza de nuevo por delante de mi yo más espiritual, pero en seguida sale a su paso para ayudar a zafarse de esta sensación la fortaleza que atesoro tras largos años de batallas y derrotas. También de victorias.

Y todo esto me hace continuar hacia adelante, pensando que aquello que me rodea no es tan malo, o mejor dicho, que puedo encontrar lo bello a mi alrededor con tal de solamente buscarlo con un poco de intención, de detenerme a escuchar y ver con los oídos y los ojos bien abiertos, aunque todo ello me aparte aún más si cabe de la realidad con la que convivo. ¿O debería decir, de la mentira con la que convivo?

Es lo mismo. Llegados a este punto, a mí ya sólo me queda confiar en mi instinto y dejarme llevar en la dirección que me marca esa brújula particular que me guía, como aquel faro en el horizonte que alumbra y protege a las almas a la deriva.


Siento que envejezco por momentos, o por mejor decir, que maduro por fin y no sé si es bueno. ¿Acepto simplemente las condiciones, transijo a cambio de un poco de paz, un instante de calma?

Contestar a estas preguntas creo que me haría pagar un precio demasiado poco razonable como para que me resulte interesante sincerarme.

viernes, 19 de septiembre de 2008

Recomenzar.

Leo las últimas entradas escritas antes de mi marcha a tierras francesas y compruebo que mi esencia siempre emana y se manifiesta tras las palabras aquí sembradas; no hay duda de que soy yo: mis pensamientos, dudas y certezas me definen; mis expectativas, ilusiones y sueños en ocasiones difusos, otras claramente dibujados, me delatan. Qué bien me siento al releerme, qué dulce sueño, el de estar existiendo...

Creo ahora que aquellos libros de Fiódor Dostoievski que me llevé calmaron mi sed de paz.

Vuelvo cargado de filosofía, de ganas de comenzar de nuevo, de nuevas ideas y proyectos; contento de que cada día me guste más quién soy, lo que hago, lo que demuestro a los de mi alrededor, de que me siento más vivo que nunca respirando libre, sin ataduras, apreciando que cada momento es único y el mejor de mi vida, cualquiera que sea el futuro o destino que me espere.


Regreso más enamorado de la vida, de las pequeñas cosas que ésta nos da, del color de la tierra y el olor de los campos, de la luz del día y del silencio de la noche, del pequeño mundo provenzal creado en mi cabeza, sencillo, alegre, vivo, sin sobresaltos, remanso de paz y humildad en el que me siento seguro y reconfortado, al abrigo de vientos y tempestades que arrecien y hagan zozobrar mi nave. Aunque no me importe...

Ahora me veo con fuerza para continuar, para esperar durante años lo que tenga que venir.


No puedo terminar esta humilde disertación sobre opiniones propias, de la percepción de mi vida, sin recordarte esta vez, sí, a ti, única e inimitable, compañera de inquietudes y lamentos, de tristezas y vigilias, de ilusiones y sonrisas. Mi pequeño oasis de seguridad, fiel aliado y escudero de mis sentimientos.

Deseo que esta vez me acompañes en mi nuevo viaje, ése que ahora emprendo y que debe llevarme a un nuevo mundo que más tarde recordaremos juntos.

¿Te vienes conmigo? Te espero.

miércoles, 16 de julio de 2008

Mi mente ocupada.

Varias cosas ocupan ahora mi mente y mi tiempo. La primera de ellas, regodearme en las ganas que tengo de estar de vacaciones y marcharme lejos, como ya he declarado en ocasiones anteriores, a la Provenza-Azul francesa. Creo que este año es imprescindible desconectar de todo lo que me rodea y no conozco otra forma más fácil de conseguirlo. Y allí lo logro.

Sigo con más. Procuro disfrutar estos días veraniegos de la mejor manera posible, estirando las horas aprovechando que anochece tarde, lo que me posibilita ampliar el abanico de opciones disponibles en otras épocas del año. Entre ellas, pasear en bicicleta, o mejor dicho, perderme con la bicicleta, es una de mis favoritas; no olvidar durante el trayecto escuchar buena música personalizada en formato mp3 según la circunstancia. Otra de ellas es deslizarme por las carreteras secundarias en moto, antes del anochecer, extendiendo al máximo mis brazos en el manillar y viendo al sol desaparecer lentamente en el horizonte, con la sombra de los pueblos que atravieso con parsimonia, impregnándome de nuevas y tranquilizadoras sensaciones.

Terapia mental en estado puro.


Y también me ocupa pensar en mi futuro, en lo que haré a medio plazo, en cómo enfocaré y orientaré mis próximos pasos personales y profesionales. Vaya, lo normal.

Seguro que cuando regrese de mi periplo por la riviera francesa, veré las cosas con un poco más de claridad.

O quizás no. Heaven knows...

lunes, 30 de junio de 2008

Viaje sin retorno: valoración dicotómica.

Esa noche dormí realmente mal. Miles de imágenes pasaban sin parar por delante, cuando mis ojos cerrados intentaban en vano ocultar todo lo que vieron esa jornada, todo lo que habían presenciado de manera tan esclarecedora.

Al día siguiente, el despertador creo que sonó a las siete, aunque no sé precisar si lo apagué antes de que se activara. Un viaje en tren me esperaba hacia la gran urbe, estremecido como otras veces antes, mezclado con la civilización mientras me ocultaba tras la música francesa conectada a mis oídos, la chanson française que me hacía desaparecer, me transportaba como un ausente hacia otros lugares, aquellos que pronto visitaré en el descanso estival, esos que recorreré en bicicleta para encontrarme solo ante mi mente. Sin intermediarios.


¡Cuán lejos estaré de lo que me rodea, del desdén tan intenso que me posee y me aparta del mundanal acontecer de cada día, lleno de pasiones, de miserias, de veleidades y afecciones! A veces me asusta mi voluntad osada, en extremo resuelta que no me permite integrarme en modo alguno, cuando no directamente se jacta de ello. ¡Tengo tantas ganas de abandonarme totalmente, de resolver de una vez las cuentas pendientes con este submundo de prohombres, eternos semidioses que alteran mi paz interior a cada ocasión!

Sigo ahondando en ello, y se me antoja progresivamente más empinado de justificar y digerir.

Y decidiré el próximo paso, aquel que ha de llevarme a la siguiente parada, esa que luego me aproxime en el cercanías a mi destino final, sin excluir resolución alguna que a día de hoy, aún ignoro.

Pero que forzosamente pasará por la disyuntiva, la valoración dicotómica del alejamiento absoluto, monacal, la ruptura definitiva, o la aproximación, adaptación y cohabitación perenne con lo que ahora estoy enfrentado. Sin ambages, cayendo con clamor en el maniqueísmo puro de una decisión basada en el todo o nada, a fuer de mis profundas convicciones.

miércoles, 25 de junio de 2008

Alguien me lo dijo.

Hoy, no pensaba escribir nada, pero un acontecimiento que me ha ocurrido esta tarde ha hecho que todo cambiara, y que me decidiera a ponerme a teclear esta nueva entrada.

Creo que mi vida cambiará a partir de hoy.

Sé que puede sonar un poco exagerado, pero así lo creo firmemente, y es por ello que quiero dejar aquí el testimonio, negro sobre blanco, para que pueda releerlo muchas otras veces, como de una manera casi profética anticipaba en la entrada anterior. Para que me haga recordar que realmente sucedió, y que no debo darlo más vueltas.

Cuando sucedía, curiosamente, sonaba de fondo una bella canción titulada "Quelqu'un m'á dit ", algo así como "Alguien me ha dicho". Su letra habla de la tristeza y del amor.


Y de la vida.



Hoy, sin duda, me costará dormir, pero por fin podré mirar al frente. Sabiendo qué hacer y adonde ir.

Y mientras, suena de fondo la guitarra y la voz, y confieso mi indisimulable emoción, que me llena y me turba.

Me siento renacer.

lunes, 23 de junio de 2008

Por mis actos me conoceréis.

Una nueva entrada, hoy que tengo tiempo y he cogido carrerilla... aunque de nuevo, voy a ciegas y sin dirección. A lo mejor si persisto por este camino, se convierte en algo crónico, quién sabe; el devenir de este blog es tan abierto e impredecible...

Casi como el que lo escribe, ahora sin rumbo ni dirección clara.

He vuelto a leer algunas entradas anteriores de esta piel de la tristeza, la piel de la vida, la piel de mi vida; esos pensamientos que dejé aquí escritos hace un año, por estas fechas. En algunas frases, no reconozco cómo ni en qué estado las escribí, y me alegra poder acercarme a mi yo de unos meses atrás, como supongo que otro tanto ocurrirá con el actual en un futuro. Siempre he pensado que debe ser muy interesante poder releer tu mente varios años después. Porque sí, señores, se trata de un reflejo puro de mi mente lo que en estas cuatro paredes queda retratado, encerrado y dicho.

A veces me planteo si seré capaz de hacer que se mantenga y perdure en el tiempo este manuscrito del siglo XXI, para mayor deleite y olvido del que suscribe, nada emparentado con la vanidad de los gestos pueriles, ni de las lisonjas gratuitas, y sí de los actos honrados y nobles.

Más aún de aquellos que me transmiten emoción.


O quizá sucumbiré finalmente a la desgana o a lo incierto de lo terrenal, eso de lo que huyo cuando mi mente está consciente y puede abstraerse de su fatal encanto, de la pereza, del hechizo de lo humano y de los placeres efímeros, tan denostados por el alma soñadora de mi homónimo Raphaël, álter ego y protagonista absoluto de mi anodina pero intensa vida.

Y sonrío, sí, imaginándome ahora leyendo estas mismas frases, ignoro en qué circunstancia, en qué emplazamiento, con qué ilusiones y con no sé bien cuáles engaños. En ese futuro que ahora mismo ya estoy escribiendo aquí, y que ni yo tengo la certeza de poder precisar. Sonrío porque me veo en este texto, mucho mejor de lo que ni a sospechar llegaría ahora a acercarme.

Aunque sea capaz de reconocer la ausencia de pasión que me invade y todo lo posee. No enamorado, declaro.

sábado, 21 de junio de 2008

Desde tu buhardilla, vigilante.

Como prometí en la entrada anterior, y, ciertamente, soy persona de cumplir lo que prometo, intento regresar con algo nuevo que contar, o al menos no distanciar tanto mis incursiones en este confesionario anónimo de mi alma efervescente.

No tengo planeado por tanto hablar ni contar nada en concreto; no he pensado de antemano lo que voy a escribir, pero estoy seguro de que algo irá surgiendo en el transcurso de este teclear incesante y sin sentido. A veces me gusta hacerlo así, sin meditar previamente, sin dirigir mi diatriba hacia alguien, dejando que una palabra me lleve a otra y así dejar expuestas determinadas frases de las que pueda subyacer algún pensamiento que ande por ahí, escondido en mí, aletargado, pusilánime en su intento de emerger a la superficie. Tímido ante la mirada atenta de esta sociedad crítica y sin escrúpulos.

Porque, podría hablar de lo de siempre, claro, cuando nombro a Raphaël y las cosas que él piensa pero calla, imagina pero no materializa, ensueña pero nunca se atreve a realizar, como tantas otras veces. Ese Raphaël que ahora mismo divisa en silencio desde su buhardilla los tejados llenos de chimeneas y salidas de las calderas de los inmuebles vecinos, dejando al menos un resquicio para que se cuele un trocito de cielo azul del inminente verano castellano. Encerrado en su propia coraza, aquella inexpugnable que él mismo pule y abrillanta en todo momento, ésa que le aparta cada día un poco más de la muchedumbre, chusma ante sus ojos inocentes que tanto le turba e incomoda cuando la obligación le arrastra como un tornado, formando una espiral o torbellino de sensaciones que luego le cuesta digerir y que llega a impedir que concilie el sueño con normalidad.

Solamente lo consigue fantaseando una y otra vez, hasta dormir.



Y ahora, retorno a la entrada que hace un rato comencé, cuando todo sigue en calma a mi alrededor, y dejo a Raphaël embelesado, cautivo de sus sentidos y anhelos.

Yo prometo que volveré pronto, de nuevo.

martes, 10 de junio de 2008

I'm still standing

Como diría Elton John:

I'm still standing after all this time
Picking up the pieces of my life
Without you on my mind

Aún estoy en pie después de todo este tiempo
Recogiendo los pedazos de mi vida
Sin ti en mi mente



No, sin dramatizar; regreso para escribir apenas unas líneas, para prometerme y conjurarme a mí mismo que este sitio sigue vivo, que sigue abierto a todas las sensaciones que un día provocaron su apertura, allá por el mes de mayo del 2007, y que hasta he obviado su primer aniversario.

Sigo creyendo en este lugar, en los mundos paralelos que se me abren con él, en el resto de náufragos solitarios que se abandonan conmigo en sus aguas, dejándose mecer y recuperando parte del descanso interior perdido.

Yo, ahora, por el simple hecho de permitirme divagar sin pensar en otras cosas, me siento mejor. Creo que retornaré más a menudo, con frases o párrafos que posiblemente no cuenten nada, pero que me ayuden a volar, a encontrar la paz que muchas veces necesito y no encuentro ahí fuera.

Aunque tú estés lejos y la huída sea mi último recurso posible, aunque te intuya más distante que nunca y casi ya no me importe lo que sientas. Porque, ¿no es todo esto que padezco sino algo más allá de la realidad verdadera, algo que imagino e invento por no sentirme solo, aunque nada de verdad exista?




Vamos, Raphaël, sigue adelante. Tienes muchos motivos para saborear y deleitarte en tu vida, ese placer del ánimo o placer sensual que tú sabes encontrar en cualquier cosa. Sé que pronto huirás a tu Provenza querida; alguien me lo dijo hace poco cuando te lo escuchó susurrar mientras dormías.

Pensando en ella, seguramente.

sábado, 19 de abril de 2008

Ven conmigo.

Ven, acompáñame, no tengas miedo, acércate a mí; no voy a hacerte daño, y menos herirte. Camina a mi lado, caminemos juntos mientras nos dejamos llevar por esa música que escucho en mi interior en el silencio de la ruidosa ciudad.

Déjame que nos imagine en ese gélido banco de piedra de aquella plaza cercana a aquel palacio de no recuerdo bien qué nombre que tú recorres siempre solitaria en tus largos y venerados paseos, sentados uno frente al otro, en el frío anochecer primaveral de la capital, contemplándonos, ausentes, eternamente cómplices, poseedores de la belleza que sólo los realmente sabios llegan a alcanzar. Permíteme desear por una vez únicamente eso, aunque me cueste la vida.


Muéstrame que aún puedes seguir viva, que todavía puedes sentir; sea por un instante efímero. Concédeme ver esa parte que de manera indolente a todos escondes al igual que yo hago, que tu mirada me cuenta sus secretos con claridad cuando estoy contigo y tus labios perfectos se empeñan en quererme ocultar al callar sin conseguirlo. Sal de tu cobijo, de tu casita de caracol que llevas a cuestas y deja que tu corazón vuelva a latir, como cuando me sonríes en la muchedumbre al atardecer. ¿No te das cuenta de que yo también necesito sentirme vivo?

A lo mejor crees que ando escondido en algún lugar, perdido, que te he olvidado y, sin embargo, reconozco que, sin pretenderlo, vuelvo a estar a tu lado, inconscientemente, que hoy soñé contigo, que en mis momentos de vigilia nocturna te fantaseé cercana, sonriente, silenciosa. Yo enamorado.

No me tengas miedo, no te tengas miedo, no tengas miedo de regresar a la vieja casa; yo también lo haré si es preciso, claro, contigo. ¿Con quién si no? En el fondo, creo que lo llevo esperando tanto tiempo que ya no me acordaba de ello. Pero ahora has vuelto sin saber porqué.

No desdeñes por favor alcanzar la sabiduría.
No me des la razón por más tiempo; quizá entonces será demasiado tarde.
Déjame que te confiese todo sin decirte nada.


No quiero seguir odiándote ni un día más.

jueves, 3 de abril de 2008

Tiempo de cambios.

Tengo muchas ganas de escribir aquí de nuevo, como antes lo hacía, de volver a sacar a pasear la parte que más valoro de mí mismo, si así pudiera decirse, aquella que los que se dejan enredar por mis palabras ya conocen sobradamente, y solamente por ello les admiro. Quiero reencontrarme con mi verdadero yo, porque es el único que al mirarle a los ojos, veo que no me miente.

No, esta vez no he tenido ningún problema de inspiración; creo que tengo argumentos y sensaciones suficientes como para dejarme llevar en este espacio durante bastante tiempo. Y lo echo de menos.

Tampoco estoy triste, estoy más bien contento. Es época de cambios, la mayoría producto de la azarosa coyuntura; no son buscados, pero, extraño destino, como creo firmemente en lo que me viene dado, los acepto como una oportunidad de mejorar y lleno de ilusión. Supongo que me extenderé más a este respecto en futuras entradas.

He visto algunos comentarios de visitantes amigos a los que leía con frecuencia y a los que seguiré visitando con placer; también a ellos les echo de menos. Gracias.

Me recorre una extraña sensación ahora mismo, y es la de no querer parar de escribir aunque no deba hacerlo, no es el momento; incluso me llego a emocionar y no sé bien el porqué; quizá por la contenida alegría que me invade, o por la nostalgia de lo ya empezado, o por constatar que por más que me empeñara, nunca podría ya abandonar la verdad que se esconde en estas páginas, la historia real que queda para siempre impresa en este blog.

La vida del silente Raphaël, que sigue con sus dudas, pero más vivo que nunca.

viernes, 1 de febrero de 2008

Faltabas tú.

Allí estaban ellas, reunidas todas juntas como otras tantas veces, al igual que siempre habían hecho durante años. Personalidades distintas escondidas habitualmente ante cualquier otro ser terrenal, se mostraban tal cual eran delante del resto de las mosqueteras, en este caso, las tres mosqueteras; sin disimulos superfluos ni mentiras innecesarias.

Pero realmente erais cuatro.

Ya, ya sé que yo ocupaba circunstancialmente el sitio que le correspondía, que no dudará de que no usurparé nunca su lugar, que nada podré aportar a todo lo que entre vosotras había acontecido durante años en los cuales yo estaba ausente. Pero aquellos dos días los recuerdos aparecieron alrededor vuestro y me rodearon; memorias de la niñez, de la adolescencia, de la temprana juventud y de la más tardía. Evocaciones al pasado no tan lejano cargadas de nostalgia, de tiempos pretéritos maravillosos de unión entre todas, de equipo inseparable y genuino, sin parangón posible.

Y me veía ahí en medio de todo ello, callado, como ausente, pensándola en la lejanía de su pueblo florido rodeada de lo que más quiere, y de los que más quiere. Supongo que feliz.

.....

Pero definitivamente tú no estabas aquí, y en el ambiente me pareció percibir tu nombre con claridad. Lleno de afecto, por cierto.


Soy el invitado de excepción que observa vuestros mundos distraídamente, que os escucha con disimulada atención sin emitir sonido; casi soy la imagen del tedio y del aburrimiento por no interferir ni perturbar aquellas vivencias que recuperáis cual ensoñaciones fantásticas que superan en ocasiones el umbral del realismo. Me contagia la ilusión y medito vuestros movimientos y dibujo imaginariamente figuras que provienen de las limpias sonrisas con que me regaláis; incluso fantaseo con vuestros silencios y al límite del paroxismo me dejo seducir por tan ingenuas miradas. La emoción me inunda con vuestros rostros tiernos carentes de maldad y llenos de belleza; me siento ya solamente vuestro, yo también al amparo de la sociedad.

.....

Mas no me encuentro en un lugar remoto, no. Veo en vuestros ojos la llama encendida de lo vivido y me recreo al abrigo de tan dulce compañía. No quisiera desear ninguna, pues otra mejor no es posible.

Bueno sí, la de la cuarta mosquetera, algún día. Dejándome soñar en mi destierro consciente e imposible, sin alterar mi silenciada pasión.

(Dedicado a las cuatro mosqueteras)

miércoles, 16 de enero de 2008

No me dejes solo.

Y aquí regreso otra vez, recibiendo en este caso al nuevo año.

Estoy como acostumbro cuando por fin me quedo a solas tras pasar todo el día rodeado de gente; cuando solamente escucho el ruido de las teclas que
mis dedos presionan mientras escribo, y mi mente me va dictando en un silencio alto y claro todo aquello que ahora queda grabado para siempre. Es entonces el momento de imaginar, cuando no de recordar, modificar o inventar, a veces también de fantasear, de divagar o simplemente de dejar volar mi alma, libre de ataduras y de convencionalismos, de lo estrictamente correcto, de lo que se supone que esperan de mí, de lo puramente terrenal. Y sacar a pasear, a flote, emerger ese torrente de sentimientos reservados para la intimidad, aquellos que unos pocos conocen, aquellos otros que nadie conocerá nunca y aquellos restantes que ni yo conozco de mí mismo.

Todo eso no está a flor de piel, ni tal vez almacenado exteriormente como si se tratara de un dispositivo auxiliar. Tampoco está guardado en uno principal, como sería mi memoria, frágil pero a la vez consistente y selectiva. Ni siquiera es la parte lógica del firmware que llevo dentro y que va siendo microprogramada con el transcurso del tiempo o puede de alguna forma ser modificada por manos expertas, no, es más interno que esto; más bien se trataría de todo aquello que va casi a nivel de mi ADN, como si estuviera implementado en un circuito integrado con millones de transistores, imposible por tanto de programar dada su naturaleza puramente física, imposible de alterar, imposible de engañar. Ahí reside mi esencia, aquella inmutable e imperecedera.



Aquella que me rodea en este preciso instante y que reprime detenerme y analizar lo que estoy escribiendo, la que imposibilita que aplique mi mente racional para reposar todo lo que estoy pensando, la que no me permite reprogramarme para sentir de otra forma. Ya es tarde para impedir que siga adelante o defenderme; soy esclavo suyo, me puede.

Es el momento de Raphaël, solamente de él, el verdadero, el soñador incansable, el que aparece cuando todo lo demás no está o no se encuentra, aunque su poder haya quedado menguado por las circunstancias y se vea lastrado, incapaz de dar completamente rienda suelta a sus deseos, conformándose con saber de ellos, saborearlos de forma instantánea y disfrutarlos efímeramente, sin permitirse poseerlos. A riesgo de muerte.

Sin siquiera un leve roce de piel. Esa piel suya embriagada de tristeza.

.....

Me dice que alguien me escucha en la distancia y lee mis palabras, alguien que se envuelve con ellas como un manto que le estrecha y protege su débil cuerpo todas las noches.

Sí, entre mis brazos entonces te siento; no me dejes solo. Yo, no te abandono aunque me percibas quizás lejano e incluso perdido.

sábado, 5 de enero de 2008

Adiós, año 2007.

Echo la vista atrás aunque no demasiado porque aún permanece muy cercano, prácticamente al lado de mí; sus rescoldos resguardados por cenizas todavía desprenden algún calor. Trato de hacer un resumen mental de lo acontecido a lo largo del año, poniendo en una balanza lo bueno y lo malo, a la espera de ver lo que sucede. Ha sido bueno -me digo al final- aunque la balanza oscila dubitativa durante instantes hasta decantarse por uno de sus lados. Será que me he levantado hoy optimista -concluyo.

Lo que no me plantea dudas es que 2007 ha sido muy intenso, nada insustancial, con episodios en todos los aspectos de mi vida que forjarán los tiempos venideros. Sin olvidarme de la efeméride que fue la creación de este blog, La piel de la tristeza.

Año éste, recién terminado, en resumen nada fácil, bastante tosco y duro, en el que en muchos momentos he sentido que podía perder mi tan valorado y perseguido equilibrio, que los acontecimientos me hacían tambalear y destellos de zozobra aparecían en algunos mares de incertidumbre en los que navegué. A duras penas he podido salir a flote de ellos, agarrado a los salvavidas situados a mi alcance a los que me asía dolorido, dejándome arrastrar sin rumbo fijo durante días enteros por sus procelosas aguas.

Sin perder la esperanza totalmente, casi en el límite, quizá por la fe en mí mismo, o en alguien más. ¿Mi destino?


Me quedo con lo que he aprendido, con lo que he llegado a conseguir y, sobre todo, con las veces que me he equivocado. Ya se sabe que nada nos enseña más ni nos hace más fuertes que nuestros propios fracasos o errores. Pues eso, maestro, practica lo que enseñas.

Sin olvidar todo lo que he sentido, que ahora que lo pienso, ha sido mucho y por diferentes motivos; me he despertado y mantenido ilusionado a pesar de que las dificultades me rodeaban y hasta me paralizaban.

He conseguido terminar en pie, erguido como la imagen de Raphaël al borde del precipicio de mi avatar.