viernes, 21 de diciembre de 2007

Cuando te veo.

Nieve en mi corazón, que sentí derretir aquella última vez que te vi; nieve que se derrite cuando te veo, no sé si lo sabes o si te has dado cuenta, no sé si ignoras por qué me cuesta tanto mirarte cuando me hablas.

Qué difícil es todo, ¿verdad? Mejor que tú no lo sabe nadie y, sin embargo, aquí estamos ambos como dos almas solitarias sin poder demostrar lo que realmente somos, reconociéndonos por omisión incapaces de superar los vericuetos en los que nos ha sumido este mundo, o nosotros mismos, o las circunstancias. Quién sabe, mejor no pensar demasiado.


Pero todo ello no va a minar esos sueños sin deseo en los que apareces a mi lado, dialogante, sincera, a veces casi infantil y otras sorprendentemente madura, sensible hasta decir basta y dulcemente solitaria; tu sonrisa derrite mi hielo y me ahoga de felicidad. Cuando nos paseamos como ausentes por las callejuelas vacías que ambos conocemos, divisando el mar a lo lejos rodeados de los jardines más bellos y románticos que pudiéramos anhelar ver, mientras nuestras manos se rozan en el vaivén de nuestro caminar, deseando enlazarse. Cuando incluso nos gustaría detenernos a reposar en algún banco de madera de cualquier lugar en nuestro maravilloso viaje hacia ningún lado, los dos en silencio, intentando no desear besarnos. No sé si consiguiéndolo.

¿Es esto desear algo, o solamente divagar?

.....

Un abrazo navideño para todos vosotros, almas rebeldes y soñadoras que compartís conmigo esta travesía de esperanza.

jueves, 6 de diciembre de 2007

Simplemente maravillosa.

Ya me olvidé de ti.

Era algo que intuía semanas atrás, y recientemente he visto confirmado. Aquello que alguna vez sentí, o eso que en cierto momento me hiciste sentir, ya no me inspira ahora. No aprecio tu ingenuidad donde antes la veía, tu aspecto frágil y delicado ha desaparecido ante mi vista; apenas puedo percibir algún vestigio de aquella imagen dulce que iluminó mi vida durante ¿cuánto tiempo?

Y, sin embargo, me emociona pensar en ello, me emociono ahora que escribo estas líneas, sumido en esa dicotomía de sentimientos a caballo entre el adiós desdeñoso y la profunda melancolía de algo que veo desvanecerse con dolor entre mis dedos, para siempre. Me cuesta evitar que mis lágrimas no inunden el teclado y mi sensación es de tristeza.

De nuevo, La piel de la tristeza.

Contigo he visto de nuevo al oculto Raphaël, he descubierto todos sus valores perdidos y escuchado su voz decirme "eh, estás aquí, no te escondas, vuelve". Cómo no destacarlo. Y otras tantas cosas que callo.

Tengo que detener mi mente para no evocarte, es preciso. Todavía recuerdo aquella extraña ocasión en que te ví por primera vez... simplemente maravillosa. Detente, por favor.


Esto era lo que quería decir. Ahora, con razón, sí podrán hablar de mi nostalgia.

Nunca te olvidaré, aunque ya te haya olvidado.