lunes, 30 de junio de 2008

Viaje sin retorno: valoración dicotómica.

Esa noche dormí realmente mal. Miles de imágenes pasaban sin parar por delante, cuando mis ojos cerrados intentaban en vano ocultar todo lo que vieron esa jornada, todo lo que habían presenciado de manera tan esclarecedora.

Al día siguiente, el despertador creo que sonó a las siete, aunque no sé precisar si lo apagué antes de que se activara. Un viaje en tren me esperaba hacia la gran urbe, estremecido como otras veces antes, mezclado con la civilización mientras me ocultaba tras la música francesa conectada a mis oídos, la chanson française que me hacía desaparecer, me transportaba como un ausente hacia otros lugares, aquellos que pronto visitaré en el descanso estival, esos que recorreré en bicicleta para encontrarme solo ante mi mente. Sin intermediarios.


¡Cuán lejos estaré de lo que me rodea, del desdén tan intenso que me posee y me aparta del mundanal acontecer de cada día, lleno de pasiones, de miserias, de veleidades y afecciones! A veces me asusta mi voluntad osada, en extremo resuelta que no me permite integrarme en modo alguno, cuando no directamente se jacta de ello. ¡Tengo tantas ganas de abandonarme totalmente, de resolver de una vez las cuentas pendientes con este submundo de prohombres, eternos semidioses que alteran mi paz interior a cada ocasión!

Sigo ahondando en ello, y se me antoja progresivamente más empinado de justificar y digerir.

Y decidiré el próximo paso, aquel que ha de llevarme a la siguiente parada, esa que luego me aproxime en el cercanías a mi destino final, sin excluir resolución alguna que a día de hoy, aún ignoro.

Pero que forzosamente pasará por la disyuntiva, la valoración dicotómica del alejamiento absoluto, monacal, la ruptura definitiva, o la aproximación, adaptación y cohabitación perenne con lo que ahora estoy enfrentado. Sin ambages, cayendo con clamor en el maniqueísmo puro de una decisión basada en el todo o nada, a fuer de mis profundas convicciones.

miércoles, 25 de junio de 2008

Alguien me lo dijo.

Hoy, no pensaba escribir nada, pero un acontecimiento que me ha ocurrido esta tarde ha hecho que todo cambiara, y que me decidiera a ponerme a teclear esta nueva entrada.

Creo que mi vida cambiará a partir de hoy.

Sé que puede sonar un poco exagerado, pero así lo creo firmemente, y es por ello que quiero dejar aquí el testimonio, negro sobre blanco, para que pueda releerlo muchas otras veces, como de una manera casi profética anticipaba en la entrada anterior. Para que me haga recordar que realmente sucedió, y que no debo darlo más vueltas.

Cuando sucedía, curiosamente, sonaba de fondo una bella canción titulada "Quelqu'un m'á dit ", algo así como "Alguien me ha dicho". Su letra habla de la tristeza y del amor.


Y de la vida.



Hoy, sin duda, me costará dormir, pero por fin podré mirar al frente. Sabiendo qué hacer y adonde ir.

Y mientras, suena de fondo la guitarra y la voz, y confieso mi indisimulable emoción, que me llena y me turba.

Me siento renacer.

lunes, 23 de junio de 2008

Por mis actos me conoceréis.

Una nueva entrada, hoy que tengo tiempo y he cogido carrerilla... aunque de nuevo, voy a ciegas y sin dirección. A lo mejor si persisto por este camino, se convierte en algo crónico, quién sabe; el devenir de este blog es tan abierto e impredecible...

Casi como el que lo escribe, ahora sin rumbo ni dirección clara.

He vuelto a leer algunas entradas anteriores de esta piel de la tristeza, la piel de la vida, la piel de mi vida; esos pensamientos que dejé aquí escritos hace un año, por estas fechas. En algunas frases, no reconozco cómo ni en qué estado las escribí, y me alegra poder acercarme a mi yo de unos meses atrás, como supongo que otro tanto ocurrirá con el actual en un futuro. Siempre he pensado que debe ser muy interesante poder releer tu mente varios años después. Porque sí, señores, se trata de un reflejo puro de mi mente lo que en estas cuatro paredes queda retratado, encerrado y dicho.

A veces me planteo si seré capaz de hacer que se mantenga y perdure en el tiempo este manuscrito del siglo XXI, para mayor deleite y olvido del que suscribe, nada emparentado con la vanidad de los gestos pueriles, ni de las lisonjas gratuitas, y sí de los actos honrados y nobles.

Más aún de aquellos que me transmiten emoción.


O quizá sucumbiré finalmente a la desgana o a lo incierto de lo terrenal, eso de lo que huyo cuando mi mente está consciente y puede abstraerse de su fatal encanto, de la pereza, del hechizo de lo humano y de los placeres efímeros, tan denostados por el alma soñadora de mi homónimo Raphaël, álter ego y protagonista absoluto de mi anodina pero intensa vida.

Y sonrío, sí, imaginándome ahora leyendo estas mismas frases, ignoro en qué circunstancia, en qué emplazamiento, con qué ilusiones y con no sé bien cuáles engaños. En ese futuro que ahora mismo ya estoy escribiendo aquí, y que ni yo tengo la certeza de poder precisar. Sonrío porque me veo en este texto, mucho mejor de lo que ni a sospechar llegaría ahora a acercarme.

Aunque sea capaz de reconocer la ausencia de pasión que me invade y todo lo posee. No enamorado, declaro.

sábado, 21 de junio de 2008

Desde tu buhardilla, vigilante.

Como prometí en la entrada anterior, y, ciertamente, soy persona de cumplir lo que prometo, intento regresar con algo nuevo que contar, o al menos no distanciar tanto mis incursiones en este confesionario anónimo de mi alma efervescente.

No tengo planeado por tanto hablar ni contar nada en concreto; no he pensado de antemano lo que voy a escribir, pero estoy seguro de que algo irá surgiendo en el transcurso de este teclear incesante y sin sentido. A veces me gusta hacerlo así, sin meditar previamente, sin dirigir mi diatriba hacia alguien, dejando que una palabra me lleve a otra y así dejar expuestas determinadas frases de las que pueda subyacer algún pensamiento que ande por ahí, escondido en mí, aletargado, pusilánime en su intento de emerger a la superficie. Tímido ante la mirada atenta de esta sociedad crítica y sin escrúpulos.

Porque, podría hablar de lo de siempre, claro, cuando nombro a Raphaël y las cosas que él piensa pero calla, imagina pero no materializa, ensueña pero nunca se atreve a realizar, como tantas otras veces. Ese Raphaël que ahora mismo divisa en silencio desde su buhardilla los tejados llenos de chimeneas y salidas de las calderas de los inmuebles vecinos, dejando al menos un resquicio para que se cuele un trocito de cielo azul del inminente verano castellano. Encerrado en su propia coraza, aquella inexpugnable que él mismo pule y abrillanta en todo momento, ésa que le aparta cada día un poco más de la muchedumbre, chusma ante sus ojos inocentes que tanto le turba e incomoda cuando la obligación le arrastra como un tornado, formando una espiral o torbellino de sensaciones que luego le cuesta digerir y que llega a impedir que concilie el sueño con normalidad.

Solamente lo consigue fantaseando una y otra vez, hasta dormir.



Y ahora, retorno a la entrada que hace un rato comencé, cuando todo sigue en calma a mi alrededor, y dejo a Raphaël embelesado, cautivo de sus sentidos y anhelos.

Yo prometo que volveré pronto, de nuevo.

martes, 10 de junio de 2008

I'm still standing

Como diría Elton John:

I'm still standing after all this time
Picking up the pieces of my life
Without you on my mind

Aún estoy en pie después de todo este tiempo
Recogiendo los pedazos de mi vida
Sin ti en mi mente



No, sin dramatizar; regreso para escribir apenas unas líneas, para prometerme y conjurarme a mí mismo que este sitio sigue vivo, que sigue abierto a todas las sensaciones que un día provocaron su apertura, allá por el mes de mayo del 2007, y que hasta he obviado su primer aniversario.

Sigo creyendo en este lugar, en los mundos paralelos que se me abren con él, en el resto de náufragos solitarios que se abandonan conmigo en sus aguas, dejándose mecer y recuperando parte del descanso interior perdido.

Yo, ahora, por el simple hecho de permitirme divagar sin pensar en otras cosas, me siento mejor. Creo que retornaré más a menudo, con frases o párrafos que posiblemente no cuenten nada, pero que me ayuden a volar, a encontrar la paz que muchas veces necesito y no encuentro ahí fuera.

Aunque tú estés lejos y la huída sea mi último recurso posible, aunque te intuya más distante que nunca y casi ya no me importe lo que sientas. Porque, ¿no es todo esto que padezco sino algo más allá de la realidad verdadera, algo que imagino e invento por no sentirme solo, aunque nada de verdad exista?




Vamos, Raphaël, sigue adelante. Tienes muchos motivos para saborear y deleitarte en tu vida, ese placer del ánimo o placer sensual que tú sabes encontrar en cualquier cosa. Sé que pronto huirás a tu Provenza querida; alguien me lo dijo hace poco cuando te lo escuchó susurrar mientras dormías.

Pensando en ella, seguramente.