Me doy cuenta de que no acepto ya estar demasiado tiempo sumido en mi faceta más pragmática, apartado de lo imaginario y fantasioso, sin poder dar rienda suelta a mi lado idealista y soñador; mi alma se agota tan rápidamente como la batería del teléfono y en seguida aparece el testigo rojo de la reserva. Te estás quedando sin fuerza -me avisa un indicador luminoso que parpadea en mi interior-. Debes recargar pronto tus baterías de idealismo -concluye-.
Pues aquí estoy, proceso de carga en curso.
No huyas, no abandones el barco aunque la niebla o el fuerte oleaje te hagan dudar y apenas te permitan percibirme y seas incapaz de guiarte sin la luz de las estrellas o de algún faro perdido; aguarda a que el viento amaine y a que tu instinto indefectible te haga desembarcar dulcemente en las tranquilas arenas de mi alma; espérame a que regrese y te acoja con mis mejores galas que, como sabes, no son otras sino las de mis pensamientos y anhelos hechos palabras.
Yo sigo en vano buscándote y oteando cada noche el horizonte de mi isla soñando con ver algún día a lo lejos el blasón del escudo que abandera tu errante goleta en apariencia a la deriva.
Y el nivel de idealismo ha aumentado algo y se sitúa a mitad de su escala por momentos... Gracias de nuevo, Raphaël.
No hay comentarios:
Publicar un comentario