sábado, 20 de octubre de 2007

Singladura nueva.

singladura.

(De singlar).

1. f. Mar. Distancia recorrida por una nave en 24 h, que ordinariamente empiezan a contarse desde las 12 del día.

2. f. Mar. En las navegaciones, intervalo de 24 h que empiezan ordinariamente a contarse al ser mediodía.

3. f. rumbo (dirección trazada en el plano del horizonte).



He cambiado la dirección en el plano del horizonte y me he dirigido a este nuevo lugar, a esta nueva isla. Espero estar bien aquí.

Traigo conmigo como único equipaje de mano viejos recuerdos, momentos de mi refugio anterior en forma de entradas que un día publiqué (
http://lapeaudechagrin.spaces.live.com/), y que he incorporado aquí.


Bienvenidos a todos. Pronto me haré con las riendas de esto y lo convertiré en un hogar cómodo y agradable.

Con vosotros, claro.

jueves, 18 de octubre de 2007

Y hoy, ¿es sólo un día más?

Hoy escribo cuando todavía no ha anochecido, aunque el sol va desapareciendo y apenas queda algún rastro de él en el horizonte; allá a lo lejos veo unas pocas nubes con tonos añil, rojizo y violeta, rodeadas de un mar de cielo todavía azul.

Hoy he dado las gracias a una niña pequeña con cabellos rubios ondulados, mientras se apartaba cuando yo intentaba aparcar el carrito del supermercado. Le marqué sin tocarla con mi dedo índice su diminuta nariz.

Hoy no he tomado el atajo habitual que transcurre bajo el ferrocarril cuando las barreras están bajadas; he esperado a que pasara el tren (han sido dos, uno en cada sentido) y he continuado la marcha.

Hoy he saludado al obrero que me detuvo a pie de obra en la carretera por la línea del AVE. Estaba hasta arriba de alquitrán.

Hoy he recibido esa llamada que parece que desatasca aquel asunto que me estaba inquietando últimamente.

Hoy me ha caído en el trabajo algo gordo para las dos próximas semanas, y me he divertido mientras lo analizaba a pesar de la que me espera.

Hoy no me he acordado de la llamada polémica de ayer en todo el día; pareciera que nunca hubiera existido. No guardo rencor a la persona con la que hablé.

Hoy me he comprado una lata de aceitunas negras y otra con sabor anchoa, no rellenas. Ignoro cuándo las tomaré.

Hoy he visitado a mis blogs hermanos que tanta paz, compañía e imágenes de todos los sabores me proporcionan.

Hoy no he leído la prensa digital ni consuiltado mis movimientos bancarios. Creo que el IBEX 35 ha vuelto a subir, pero no pondría la mano en el fuego esta vez.

Hoy no voy a centrar la imagen que coloque en esta entrada.


Hoy creo que he aprovechado bien el día; me siento tranquilo, me siento un poco más yo.





Hoy todavía Raphaël de Valentin sigue durmiendo, no puede cercenar algunos de mis deseos, bastante pueriles, por otra parte.

miércoles, 17 de octubre de 2007

Hoy le toca escribir a Rafael (hasta la medianoche)...

Pues eso voy a hacer. Y además, como se dice coloquialmente, "a pelo", o sea, sin red, a lo que salga, en directo, sin releer, sin corregir. A ver qué pasa.

Allá vamos.

En efecto, hoy voy a dejar que nuestro querido amigo Raphaël de Valentin descanse de su trajín habitual en La peau de chagrin; siempre tan rodeado de melancolía y recuerdos. Siempre tan bien acompañado de mariposas soñadoras y campanillas aladas que vuelan a su alrededor, además de toda clase de músicos (pianistas, guitarristas, etc.), poetas, hombres y mujeres llenos de sensibilidad y otras personas que no manifiestan sus comentarios pero que él sabe que están ahí; él los conoce y los valora a todos. Siempre me dice que son maravillosos; seguro que es así puesto que él lo dice, y yo le creo.

Este joven Raphaël de Valentin, él no lo confesará, pero siempre andaba con sus amores platónicos a cuestas, viviendo en esa buhardilla de techos de madera y sin calefacción, donde fue a parar sin haber terminado aún sus estudios y donde pudo dedicarse durante un tiempo a sus dos grandes aficiones, la música (mal tocar la guitarra y el sintetizador; siempre se definía entonces como músico y no como instrumentista, menudo) y la literatura (escribir algún que otro mediocre relato que llegó a colocar en cierta emisora residual, y que nunca se atrevió él a leer), cuando su alma todavía no había sido vendida a la piel de zapa y ésta se mantenía impoluta, en su total extensión, sin haber menguado lo más mínimo. El alma del más genuino poeta que era Raphäel, aquel que un día sucumbió y llegó a vender hasta su última moneda por conquistar los placeres efímeros.

En fin, pero hoy me toca hablar a mí, Rafael, y lo hago casi por necesidad, porque me sirve de terapia para relajarme; de hecho ahora ya estoy prácticamente relajado tras un día especialmente duro en el trabajo. Casi voy a hablar como en el diario que se cita en la entrada anterior, ese donde poder expresar las cosas que a uno le pasan.

Día complicado, sí, cuando vuelvo a plantearme de nuevo por qué un chico con buenas calificaciones en lengua, literatura y filosofía terminó haciendo estudios de ciencias puras y todo lo demás. Claro, hasta llegar a la situación actual, cuando quedaron atrás aquellos años felices de investigación personal, de noches eternas desarrollando algoritmos locos apenas compartidos por unos pocos que podían seguirme y no me tomaban por lo que realmente era; esas pequeñas genialidades, por no llamarlas directamente creaciones, a las que sucumbí durante ese periplo de mi inicial juventud. Pero me lío. Ahora todo se ha transformado en negocio, en injerencias, en conversaciones telefónicas y otras cosas por el estilo.

Bueno, el caso es que hoy sabía que tenía que escribir yo, para dejar mi mente tranquila y dormir habiendo dejado atrás aquella dura conversación telefónica de casi una hora, que si bien no me hizo daño realmente, si sirvió para recordarme quién era y dónde estaba. Por ello, decidí regresar a casa temprano y me encontré por el camino, en el coche, escribiendo mentalmente esto que estoy haciendo ahora, para no pensar más. Y sucedió que volví a ver el diario de Raphaël, su buhardilla de poeta y su piel de zapa aún intacta.

Es por eso que sin pensarlo, cogí la bicicleta de montaña y salí a continuación a respirar el aire de las afueras de la ciudad, donde ahora vivo, apartado parcialmente de la civilización solamente en compañía de Blanchet y Nicolas, a quienes por cierto, besé al llegar a casa (sí, besar, eso dije) y ya casi estaba olvidando todo lo malo que me había ocurrido. Ellos siempre están ahí esperándome, adaptando sus horarios a mí, sin pedir nada a cambio, fieles y leales en todo momento; les acompañaré hasta su último día, estoy seguro de ello. Me vuelvo a perder de mi hilo conductor, es lo malo que tiene escribir sin parar...

Pedaleo sin detenerme durante cerca de una hora, no hago competición, apenas es un paseo que aprovecho y estoy escuchando, sintiendo, oliendo a mi alrededor, y casi la noche se me echa encima, es un eufemismo, realmente llegué a casa sin ver un pimiento pero, al igual que en el coche, he seguido pensando en escribir, no me ha venido en ningún momento a mi mente la imagen de una mañana que no me gustó. Pensar en escribir me hizo reconsiderar el día y ponerme contento, en sintonía y en paz con lo que me rodeaba. Pensar en leer a otros como yo.

Creo que ahora dormiré bien. Sé que los problemas diarios, mejor llamados dificultades inherentes al quehacer cotidiano, debo dejarlos a un lado y seguir alegrándome de las pequeñas cosas, en este caso, de vomitar al exterior en este diario digital aquello que siento, para que todo lo demás no quede empañado y teñido de oscuro.

Para disfrutar de todo lo que soy y tengo.

lunes, 15 de octubre de 2007

Vulnerable no para ti.

Me doy cuenta, al repasar lo que escribo en este blog, de la cantidad de cosas que aquí dejo plasmadas y de los sentimientos que en él quedan perpetuados. Vuelvo a ellos en ocasiones, los evoco; otras veces ni siquiera recuerdo qué o quién los originó, pero en todo caso me emociona ser testigo de instantes pasados, saborear sensaciones vitales no muy lejanas en el tiempo, toda clase de pensamientos nacidos de dentro de mí, que expulso y transmito en este blog y que no sé a qué lugar llegan ni quién de verdad los lee o los comprende, pero no importa. Son parte de mi esencia.

A veces incluso tengo miedo de hacerme demasiado vulnerable con las cosas que digo. Seguro, tonterías mías.

No quedan tan lejos esos años en los que escribía aquel diario, por llamarlo de alguna manera. Para mí no era un diario al uso; más bien se trataba de un lugar como este, en papel, donde podía reflejar perennes ideas y pensamientos, casi siempre pasiones, que brotaban como un torrente de mi interior. Fueron varios años intensos en los que mantuve ese diario completamente en el anonimato, donde aún permanece; nadie conoce de su existencia y a nadie le he leído una sola línea. Aún conservo multitud de cuadernos, hojas, cuartillas y demás material que apenas he vuelto a releer desde entonces. Aunque está muy presente en mí.





Este blog, me hace pensar en aquellos días, cuando el joven Raphaël, vulnerable pero ya sin saberlo fuerte y seguro de sí mismo, escribía para nadie, cuando ni siquiera su tímida voz podía ser oída ni tenida en cuenta, cuando nadie apreciaba todo lo que se ocultaba en ese alma triste, inocente, pasional, enamoradiza, furtiva y hasta miedosa. Ese Rapahaël, por entonces ladronzuelo amante de la lectura, que regresaba solitario del colegio a casa en esos días tristes de otoño, caminando lentamente por terrenos poco transitados huyendo de las infestadas calles, salpicando sus impolutas botas marrones con cordones sobre terrenos embarrados y golpeando con ellas los guijarros que encontraba en el camino. Aquellos solamente para él maravillosos senderos que descubría casi a oscuras, abiertos a la luz de la luna y de las estrellas, y que se hacían cada día más largos y prolongados en el tiempo, tiempo que el inefable Raphaël aprovechaba para volar, para transportarse fuera de lo que no le gustaba, que era casi todo, y dejarse mecer en los brazos del encanto de lo subliminal. A la espera de retornar a lo más estrictamente terrenal, de lo que siempre se evadía.

Cuando aún su tierno corazón no había sucumbido a los hechizos del poder de la piel de la tristeza, aquella piel que menguaba por cada petición de un deseo imposible que su poseedor realizaba y que a la larga devenía en la más absoluta ausencia de cualquier atisbo de pasión; no había sido devorado por la magnificencia de su fuerza y dominio. Parafraseando al maestro Balzac, "QUERER nos abrasa y PODER nos destruye; pero SABER constituye a nuestro débil organismo en un perpetuo estado de calma".

Momentos aquellos que ahora rememoro con agitada turbación, y que perfilaron el alma solitaria que más tarde descubriría y haría resucitar Raphaël de su interior, convirtiéndole en el mortal que ahora pocos conocen que es.

.....

No, no es cierto que me sienta vulnerable para ti que me lees, tú que posees ese alma tan dulce y delicada y que complaces a todo aquel ser que sabe escucharte; sentir tu aliento y tus brazos cercanos nunca podría lastimar mi sensibilidad ni hacer que teman mis heridas. Solamente espero de ti una mirada emocionada y unas manos temblorosas, mientras ansío que aparezcas de nuevo con inusitada impaciencia.