jueves, 20 de septiembre de 2007

Estoy vivo.

Celos, yo. ¿Por qué he de sentir celos ahora, de repente? Ella no está conmigo, se trata de alguien a quien no he visto nunca y que apenas he tratado; de hecho ignoro si existe en la realidad. No puede ser.

"Celos: Sospecha, inquietud y recelo de que la persona amada haya mudado o mude su cariño, poniéndolo en otra."

Pues entonces supongo que no deben ser celos lo que yo experimento; será otra cosa parecida. Ya lo averiguaré.

El caso es que no me gusta pensar que ella, ese ser invisible y por tanto intangible, incognoscible y sin embargo comunicable, pudiera estar en un instante cercano con otro chico, que se viera con alguien cuando yo la imagino solitaria, melancólica y viviendo en el mundo de las ideas, enamorada del amor simplemente, alejada de todo lo terrenal. Soñadora a buen seguro.

Pero muy cercana a mí.


Sin duda me he sentido atraído por ella. O simplemente debo conservar algún residuo de locura todavía, yo que me creía tan estable y seguro. Mi corazón aún se sobresalta al percibir situaciones apócrifas, que carecen de toda razón. Así me he sorprendido, vaya imprudencia la mía.





No tomes en cuenta estos delirios que tal cual me surgen, quedan plasmados en esta hoja de papel en blanco donde escribo, apartada de miradas insensibles y convencionales. El
singular y poco insigne Raphaël parece no tener otra ocupación que no sea la de divagar.

lunes, 17 de septiembre de 2007

Espérame un poco más.

Está atardeciendo y entro lentamente en tu habitación, ahora que te encuentras ausente y no puedes verme; no, no lo hago como un vulgar ladrón o alguien semejante, individuo que espera escondidamente curioso de saber de tus cosas, de tu pequeña capilla que pretende profanar. No, todo lo tuyo me parece muy intenso, demasiado profundo, y ese es el aroma que deseo conservar.





Me detengo a explorar lo que solamente ciertos de mis sentidos pueden apreciar; no quiero llegar más allá y dejo que vista, olfato y oído naveguen en la atmósfera de tu territorio, sin emplear otros argumentos que me podrían ofrecer información más directa, pero innecesaria. Tus signos de identidad aparecen por doquier; adornos, colores, texturas y disposición, calurosa sencillez de un ser señalado por la fantasía de lo inmaterial, por la prevalencia de lo emocional sobre lo racional. Revelan tu carácter soñador tan alejado de la sociedad.

Un temblor de emoción intensa me sobrecoge. Sorpresivamente, aparece ante mis ojos esa foto mía, en blanco y negro, inocente, de tiempos pasados que se recuerdan con añoranza, que se erige como principal en tu cómoda y que con toda intención ha sido dirigida hacia el cabecero de la cama. Suspiro profundamente.

Sin duda me queda mucho camino por recorrer para acercarme a ti y poder merecerte algún día, aunque tú ignores que así lo siento. Rezo porque tu desesperanza no inunde definitivamente las sentinas de tu corazón y no te olvides de todo eso que destacabas y que creo aún conservas de mí, aquello que solamente tú recuerdas y que una vez dulcemente compartimos.

Espérame siempre, por más que con frecuencia me muestre como un ser volandero, pajarillo sin ilusión y en apariencia desnortado.

martes, 11 de septiembre de 2007

Raphaël está de vuelta.

Y no me refiero a que regreso pasado el período estival, qué va. En realidad, no me he marchado a ningún sitio este verano, al menos físicamente hablando. Pero, para mi desgracia, he estado muy lejos de todo lo que no es lo cotidiano, eso sí que es verdad. Confundido y atormentado, carente de descanso espiritual como ánima que pena esperando la gloria en el purgatorio.

Ayer por la noche, cuando me acababa de acostar y aún permanecía despierto, no serían más de las 23:30 horas, me sorprendí escribiendo en mi mente líneas imaginarias que emergían incesantemente sin yo pretenderlo y me devolvían la ilusión por retornar y traerlas a mi isla casi abandonada, a este rincón que es La piel de la tristeza. No quise levantarme para plasmarlas de forma inmediata, para no olvidarlas, porque comprendí que ya no había vuelta atrás y que no pasaría mucho tiempo sin que aterrizara en este refugio de mi alma, aunque me encontrara solo y nadie leyera ya mis pequeñas palabras.

Había encontrado el camino de vuelta al hogar, la paz mínima, la génesis existencial necesaria, el hilillo ínfimo de luz en la oscuridad.





Me siento feliz de estar aquí de nuevo, de reencontrarme con mi yo, el verdadero y más profundo de todos, el que no disimula ni altera sus sentimientos, el que no esconde ni disfraza sus anhelos, el que articula su discurso vehemente, sin cercenar ni un ápice de su ardiente pasión.

Feliz de compartir este espacio con todos vosotros, verdadero ejército imaginario y silente de náufragos soñadores y corazones abiertos a la poesía del alma y a la esperanza, que me acompañáis sin pedir nada a cambio en esta morada al abrigo de la sociedad rutinaria y perturbadora.