Levanto la vista y la dirijo hacia mi ventana, apartando momentáneamente mis ojos de la página en blanco que me observa sin pudor. Veo las farolas encendidas y la luz tenue que proyectan. Los árboles, que en parte limitan mi visión, se mueven con fuerza. Mientras, las ventanas con luz artificial de apenas dos o tres casas cercanas, convierten en sombras errantes los cuerpos de algunos vecinos que curiosean a través de ellas, como yo, el espectáculo eléctrico que hoy nos visita. Desde aquí no puedo distinguir nada más.
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Náufragos que vamos a la deriva y no nos importa zozobrar... ® Raphaël de Valentin - May. '07
miércoles, 23 de mayo de 2007
Noche tormentosa a las afueras de la ciudad.
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