lunes, 15 de octubre de 2007

Vulnerable no para ti.

Me doy cuenta, al repasar lo que escribo en este blog, de la cantidad de cosas que aquí dejo plasmadas y de los sentimientos que en él quedan perpetuados. Vuelvo a ellos en ocasiones, los evoco; otras veces ni siquiera recuerdo qué o quién los originó, pero en todo caso me emociona ser testigo de instantes pasados, saborear sensaciones vitales no muy lejanas en el tiempo, toda clase de pensamientos nacidos de dentro de mí, que expulso y transmito en este blog y que no sé a qué lugar llegan ni quién de verdad los lee o los comprende, pero no importa. Son parte de mi esencia.

A veces incluso tengo miedo de hacerme demasiado vulnerable con las cosas que digo. Seguro, tonterías mías.

No quedan tan lejos esos años en los que escribía aquel diario, por llamarlo de alguna manera. Para mí no era un diario al uso; más bien se trataba de un lugar como este, en papel, donde podía reflejar perennes ideas y pensamientos, casi siempre pasiones, que brotaban como un torrente de mi interior. Fueron varios años intensos en los que mantuve ese diario completamente en el anonimato, donde aún permanece; nadie conoce de su existencia y a nadie le he leído una sola línea. Aún conservo multitud de cuadernos, hojas, cuartillas y demás material que apenas he vuelto a releer desde entonces. Aunque está muy presente en mí.





Este blog, me hace pensar en aquellos días, cuando el joven Raphaël, vulnerable pero ya sin saberlo fuerte y seguro de sí mismo, escribía para nadie, cuando ni siquiera su tímida voz podía ser oída ni tenida en cuenta, cuando nadie apreciaba todo lo que se ocultaba en ese alma triste, inocente, pasional, enamoradiza, furtiva y hasta miedosa. Ese Rapahaël, por entonces ladronzuelo amante de la lectura, que regresaba solitario del colegio a casa en esos días tristes de otoño, caminando lentamente por terrenos poco transitados huyendo de las infestadas calles, salpicando sus impolutas botas marrones con cordones sobre terrenos embarrados y golpeando con ellas los guijarros que encontraba en el camino. Aquellos solamente para él maravillosos senderos que descubría casi a oscuras, abiertos a la luz de la luna y de las estrellas, y que se hacían cada día más largos y prolongados en el tiempo, tiempo que el inefable Raphaël aprovechaba para volar, para transportarse fuera de lo que no le gustaba, que era casi todo, y dejarse mecer en los brazos del encanto de lo subliminal. A la espera de retornar a lo más estrictamente terrenal, de lo que siempre se evadía.

Cuando aún su tierno corazón no había sucumbido a los hechizos del poder de la piel de la tristeza, aquella piel que menguaba por cada petición de un deseo imposible que su poseedor realizaba y que a la larga devenía en la más absoluta ausencia de cualquier atisbo de pasión; no había sido devorado por la magnificencia de su fuerza y dominio. Parafraseando al maestro Balzac, "QUERER nos abrasa y PODER nos destruye; pero SABER constituye a nuestro débil organismo en un perpetuo estado de calma".

Momentos aquellos que ahora rememoro con agitada turbación, y que perfilaron el alma solitaria que más tarde descubriría y haría resucitar Raphaël de su interior, convirtiéndole en el mortal que ahora pocos conocen que es.

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No, no es cierto que me sienta vulnerable para ti que me lees, tú que posees ese alma tan dulce y delicada y que complaces a todo aquel ser que sabe escucharte; sentir tu aliento y tus brazos cercanos nunca podría lastimar mi sensibilidad ni hacer que teman mis heridas. Solamente espero de ti una mirada emocionada y unas manos temblorosas, mientras ansío que aparezcas de nuevo con inusitada impaciencia.

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